sábado, 1 de diciembre de 2012

REPETICIÓN Y PSICOSIS







“A muchos llevó a la muerte el que, cambiando frecuentemente de propósito, volvían siempre a lo mismo y no dejaban lugar a la novedad. Comenzó a fastidiarles la vida y el mismo mundo y les salió aquello de los cansados de las delicias: “¿Hasta cuando las mismas cosas?”
Séneca. De la tranquilidad del ánimo.


Una llave es algo que abre, y que para abrir, funciona. Me propuse pensar para este trabajo un acercamiento conceptual al estatuto de la Repetición en la psicosis y su necesariedad para comprender el funcionamiento de  dicha estructura y además interrogar ciertos fenómenos y obstáculos clínicos.
Me gustaría comenzar haciendo una aclaración. Lo que desarrollaré en este trabajo parte de preguntas y obstáculos que se me presentaron en la clínica, pero siempre lo haré con el cuidado de no hacer un universal de las conclusiones que, entonces, se puedan sacar. Ya Freud en su “Esquema del psicoanálisis” decía que “el problema de las psicosis sería sencillo y transparente si el desasimiento del Yo respecto de la realidad objetiva pudiera consumarse sin dejar rastros”, lo que sería lo mismo que decir, a partir de Lacan, que el sujeto psicótico, por estar fuera de discurso, no hace ningún tipo de vinculo social, o más aun que podríamos abordar un concepto, un fenómeno, etc. sin pensar la coexistencia de los tres registros. Por otro lado, no todos los pacientes, sabemos, son como Schreber y Joyce, y además, ¿qué paradoja, no? Los dos grandes casos de psicosis de la historia del psicoanálisis, dos grandes llaves que permitieron repensar innumerables problemas teóricos y clínicos, refieren a dos personas que no atravesaron un dispositivo analítico.
Hecha la aclaración, continúo.
La Repetición no es solo repetición de los signos, reformula Lacan en su Seminario XI, dando paso al par conceptual Automatón y Tické que ya conocemos.
La primera cuestión al respecto con la que nos encontramos en la obra de Lacan,  para pensar el estatuto de la Repetición en la Psicosis es justamente una referencia del Seminario III que muestra a  las claras que dichos conceptos ya comenzaban a ser pensados juntos desde esa época.
Dice Lacan: “Es, no obstante, el termino mas preciso en la teoría de Clerambault, si piensan en la distinción, hoy completamente olvidada, que hace Aristóteles entre automatón y la fortuna. Si vamos directo al significante, es decir, en esta ocasión, con todas las reservas que entraña una referencia como esta, a la etimología, vemos que el automatón es lo que piensa verdaderamente por si mismo, sin vinculo con ese más allá, el ego, que da su sujeto al pensamiento. Si el lenguaje habla por si solo, aquí o nunca tenemos que utilizar el termino de automatismo” (p. 438)
De más está decir que en ese momento Lacan estaba haciendo referencia al concepto de Automatismo mental  que fue para él una llave que le posibilito dar cuenta del funcionamiento de la estructura. ¿Por qué? Porque según él mismo dice, “la llave es la forma de acuerdo con la cual opera o no la función significante”.
Sabemos que la función significante no es la misma según haya o no punto de almohadillado, ya que entonces sus tres tiempos de constitución no pueden completarse y el UNO de la repetición no subsume el conjunto vacío que es el sujeto. Es el efecto de vaciamiento de lo simbólico que falta en la esquizofrenia, por ejemplo, y que llevará a Lacan a decir que en ella todo lo Simbólico es Real.  Es decir que si no se produce dicho efecto, el elemento tiene como referencia el ser de goce.
Al decir esto también hacemos referencia al estatuto de la Demanda en la fórmula de la Pulsión (s^D) en donde además de producirse una deslocalización de goce, no funciona el losange, con el cual nombramos una distancia necesaria sobre esa Demanda que llega a tornarse mortífera ya que mas que nunca el elemento que la compone es imperativo e injuriante.
Por otro lado, la Repetición responde a 3 tiempos que podemos resumir del siguiente modo:
El 1° tiempo, el del encuentro con la experiencia de goce.
El  2° tiempo, de reiteración del rasgo, en donde hay una intervención de la diferencia que introduce la pérdida.
El 3° tiempo, en donde se repite la pérdida y se introduce la imposibilidad de recuperar el goce que vació el rasgo. Marca sobre la huella borrada, nacimiento del significante.
Un significante es una marca, una huella, una escritura, pero no se lo puede leer solo. Tres significantes es el retorno de lo que se trata, e decir del primero” nos dice Lacan en el Seminario IX.
Por esta razón, cuando un elemento retorna en lo Real, en la alucinación por ejemplo, nos encontramos con una “conexión directa de la palabra y el goce”( o  a la cosa), que nos indica una falla en el camino de la simbolización que impide que el sujeto sea representado por un significante en una cadena discursiva: partitura imposible al solo poder escribirse en su pentagrama el ruido de rotas cadenas.
Pero sabemos que no en todos los psicóticos se presenta este fenómeno del significante en lo Real, o dicho de otra manera, no todos los psicóticos alucinan.
Es decir que tenemos que interrogar la llave pero también la cerradura.

Podemos entonces permitirnos dar un rodeo y abordar este estatuto de la Repetición desde otro ángulo.
Sabemos que la falta del NP como solución al problema de la Castración, implica que el sujeto psicótico esté más propenso al encuentro con lo Real que el neurótico, ya que a ese encuentro el sujeto no puede responder con el fantasma. Podríamos ubicar entonces diferentes formas de tratamiento de esa angustia: el delirio, el pasaje al acto, el evitamiento, la escritura, la creación, etc.
Me gustaría detenerme en dos de ellas por ser tal vez las que más frecuentemente se encuentran en la clínica.
Por un lado el delirio, que es, como ya decía Freud, un intento de curación debido a que es una tentativa de significantizacion del goce deslocalizado y que pretende dar sentido a una significación enigmática, que suele sumir al sujeto en un estado de perplejidad. El delirio, como ya lo indicaba la psiquiatría del siglo XIX, tiene diferentes etapas o fases que marcan, como bien dice J.C.Maleval, diferentes modos “de la relación del sujeto con el goce”.
Aquí entonces nos podemos remitir a otra indicación de Lacan en el Seminario III:
El fenómeno persecutorio adquiere el carácter de signos indefinidamente repetidos, y el perseguidor, en la medida que es su sostén, no es mas que la sombra del objeto persecutorio”
Indefinidamente repetidos…en una metonimia sin fin, podemos agregar, que intenta introducir algún sentido y mantiene al sujeto (paranoico) en el registro de la alienación significante; hablamos de un intento de ligar al sujeto a una cadena significante (un excelente ejemplo de esto es lo que desarrolla Víctor Tausk en su trabajo “de la génesis de la máquina de influencia en la esquizofrenia”) Demás está  recordar lo dificultoso que es en el trabajo analítico lograr que eso se acote (si se requiere hacerlo, por supuesto). Aquí es donde la medicación muchas veces suele tener grandes efectos.
En un extremo del delirio nos podemos encontrar con la “desconfianza” en tanto síntoma primario de la paranoia, como decía Freud, en donde a veces simples gestos de un a´ pasan a convertirse en signos o fenómenos de franja que provocan una defensa y ejemplifican ese nudo de trébol que Lacan utiliza para mostrar la continuidad de las dimensiones Imaginaria, Simbólica y Real. . Un paciente me decía, hablando de su desconfianza, lo que para él era una pseudoburla “cuando alguien me dice algo, lo miro, y por sus gestos me doy cuenta si se burla o no, y no me equivoco. Entonces, lo agredo.”
En el otro extremo, la posibilidad de producir una metáfora delirante sería índice de que el elemento de la Repetición no esta desanudado. Punto en que se posibilita, por un lado, conferir una significación a la falta en el A (o al ser viviente del sujeto) y por otro una introducción al lazo social.
La otra forma de tratamiento de la angustia a la que quería referirme era, a la que C. Soler llama “evitamiento”, que son “todas las maneras que un sujeto puede encontrar para evitar la coyuntura angustiante”. Podríamos agregar, ¿por qué no? “evitamiento del encuentro”. Tal vez sea esta la defensa más usual con la que nos podemos encontrar. Es la que encontramos en forma extrema en muchos pacientes de larga internación para quienes lo asilar juega un papel importante, o sujetos que viven con sus familias encerrados en sus casa, y muchas variantes mas.
Generalmente se trata de sujetos muy ritualizados, ritualización que  les permite evitar encuentros angustiantes. Esta ritualización funciona casi como un precario punto de almohadillado que permite armar un espacio y una temporalidad finitos, una topografía cotidiana que permite armar una necesaria costumbre que a veces posibilita dar consistencia a las cosas, evitando ser interrogado por la contingencia de un encuentro (que provocaría la aparición de un significante mortífero).
Ritualización que se sostiene en la Repetición  que el goce precisa y de la cual el sujeto se sirve para lograr una estabilización muchas veces precaria, pero efectiva, al ser un modo de introducirse en una alienación simbólica que se le hace necesaria para evitar la contingencia, y que le permite hacer un montaje pulsional sobre un objeto imaginario. En muchas oportunidades, es justamente la falla de este automatón la que el sujeto nos viene a avisar con angustia ya que sabe que puede ser el preludio de una desestabilización.
Por otro lado, a pesar de que hay que diferenciar en el diagnostico el evitamiento del negativismo y de posiciones melancólicas, sin embargo, a veces, varias, ocurre que se caracteriza a estos pacientes como abúlicos. Puede ser que lo sean. Pero hay que tener en cuenta, que este tratamiento por la evitacion es parte de lo que se llama el trabajo de la psicosis. Es decir, que es un trabajo. Digo esto porque a veces nos movemos en una delgada cornisa con respecto a la ética y la dirección de la cura. Porque por un lado, muchas veces se intenta lograr que el paciente se “adapte” a ciertas convenciones sociales y se corre el riesgo de desencadenar al sujeto por pretender que realice supuestos “logros” y entonces se lo saca del recorrido que se armó (ni que hablar si además se entromete una fantasía de felicidad burguesa del analista). Otras veces sucede lo opuesto y se realizan indicaciones que restringen al sujeto por creer que si toma ciertas decisiones se va a desestabilizar (esta vez suelen ser fantasías maternales las que sobrevuelan los consultorios). Por eso, ironías aparte, tal vez haya que evaluar las posibilidades de encuentro de ese sujeto e incluso tomar esto como elemento diagnostico y de dirección de la cura.

Para terminar, y en relación a esto, una última cuestión a la que quería referirme. Sabemos que es muy frecuente encontrar en el sujeto psicòtico la aparición de un delirio, pero que este exista no implica que se haya constituido una metáfora delirante que posibilite una estabilización tal como la planteaba Lacan. Una pregunta que quiero dejar planteada es entonces ¿por qué un sujeto no termina de constituir un delirio? Puede suceder que la constitución de una metáfora delirante se interrumpa porque ciertas prácticas de reorganización de los fenómenos son más efectivas? Dicho de otra manera… ¿Es que se abandona un tratamiento de la angustia por otro? ¿Es que uno es màs efectivo que otro? Tal vez si. Tal vez evitar, ritualizar, permita producir por medio del automatòn una reorganización mas efectiva del goce deslocalizado. Y si bien la medicación, como ya fue planteado, suele producir efectos importantes, leemos en antiguos historiales que, muchos años atrás, el aislamiento era utilizado porque era una forma de disminuir la producción delirante. Producción delirante que se pone en juego cada vez que se produce un encuentro con lo Real.
Creo entonces que así como en la neurosis diferenciamos distintas modalidades del deseo como defensa en relación al fantasma, tal vez en las psicosis debemos hacer hincapié en distinguir los diferentes tratamientos de lo Real y cómo en la estructura y la historia del sujeto aparecen los elementos que lo permiten.

Con esto finalizo este modesto acercamiento a la problemática de la Repetición en la psicosis, sin olvidar que, en definitiva, si no hay relación sexual, no veo porqué una llave debería entrar perfectamente en una cerradura.

Lionel F. Klimkiewicz

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BIBLIOGRAFIA

-*La forclusión del nombre del padre* J.C. Maleval- Ed. Piados-2002
-*El inconciente a cielo abierto en la psicosis* C. Soler-JVE ediciones-2004
-*El goce* N. Braunstein- Ed. Siglo XXI-2006
-*Seminario 3* J. Lacan- Ed. Paidós-1986
-*Esquema del psicoanálisis* S. Freud- Obras Completas-Ed . Biblioteca Nueva

sábado, 17 de noviembre de 2012

SCHNITZLER, EL DOBLE DE FREUD




                            

Sigmund Freud era un gran lector, especialmente de los clásicos de la literatura, a los que solía citar a menudo en sus escritos. Sin embargo sabía también reconocer y valorar a los artistas de su época, fundamentalmente a sus contemporáneos que vivían en la Viena de principios de siglo XX. Tal es el caso de Arthur Schnitzler, que había nacido allí en 1862, y era ya un famoso escritor antes que estallara la primera Guerra Mundial. A Freud le gustaba citarlo, y lo admiraba tanto que llegó a considerarlo su doble, ya que podía poner en su arte todo lo que el padre del psicoanálisis iba descubriendo con su práctica. Así lo dice el propio Freud en dos cartas dirigidas al literato: en 1906 le escribe “durante muchos años me he venido dando cuenta de la gran concordancia entre sus ideas y las mías en muchos problemas sobre la psicología y el erotismo (…) Muchas veces me preguntaba extrañado de dónde usted tomaría ese o aquel conocimiento, que gané por medio de investigación laboriosa del objeto, y al fin llegué al punto de envidiar al poeta, al que antes admiraba”. Más tarde, en otra misiva de 1922 agregaba: “La respuesta a esta pregunta implica una confesión, que me parece demasiado íntima. Me refiero a que lo evitaba por una especie de timidez de encontrarme con el doble […] una y otra vez, cuando me embebo en sus creaciones bellas, creía encontrar detrás de su apariencia poética las presuposiciones verdaderas, intereses y resultados, que conozco como propios. Su determinismo y escepticismo – que la gente llama pesimismo - su emoción de las verdades del inconsciente de la naturaleza compulsiva del humano, su descomposición de las seguridades culturales-convencionales, la adhesión de sus pensamientos a la polaridad de vivir y morir, todo eso me tocó con una familiaridad siniestra. […] Así tuve la impresión de que usted, por medio de la intuición – en realidad, como consecuencia de una auto-percepción precisa –, conoce todo lo que yo descubrí con trabajo arduo con otros humanos.”

Si usted, lector, quiere entender por qué Freud podía llegar a escribirle estas palabras a alguien a quien hasta entonces no conocía personalmente, no tiene más que leer algunas de las obras de Schnitzler. Por mi parte le recomiendo una: “Huida a las tinieblas”, un libro excelente, donde relata mediante una trama cuidadosa el desarrollo de un delirio de persecución, con todos sus pormenores, sus sufrimientos y su desenlace, donde el protagonista se ve impulsado hacia “el turbio terreno de las posibilidades vacilantes, donde lo altamente probable y  lo apenas concebible convivían en impura connivencia”. Al leer el libro de Schnitzler uno se deja llevar por la idea que él mismo introduce en sus primeras páginas, cuando dice que “hay muchos que, sencillamente, sólo carecen de tiempo para volverse locos”.


                                                           Por Lionel F. Klimkiewicz

viernes, 2 de noviembre de 2012

ADDH en las AULAS


Titulo:  El ADDH en las aulas

Contenido especifico: Déficit de Atención con hiperactividad
 Año: 2000

Introducción

El llamado Déficit de Atención (ADD) es un supuesto trastorno psiquiátrico que afectaría a la conducta. En algunos casos (muchos) a este tema de la atención se le suma el de la hiperactividad (ADDH).
Suele ser cada vez mas frecuente en las aulas que se presenten niños con estas características, lo que hace que  los docentes y la comunidad educativa en general se vuelquen  a intentar ahondar mas profundamente en el tema para poder conducirse de manera más rápida y eficaz al detectar estos casos.
La creciente importancia de este “trastorno” se ve reflejada incluso en el lugar que se le ha dado últimamente tanto en las disciplinas dedicadas al tema (Teorías del Aprendizaje, psicopedagogía, psicología, psiquiatría, psicoanálisis, etc.) como en los periódicos y revistas de divulgación de reconocida trascendencia.
Por otro lado, es preocupante la creciente cantidad de niños con ADDH que son medicados con el objeto de acallar (o aplacar) ciertos síntomas que, ya estandarizados o tipificados, parecerían formar parte de esta nueva “patología”.

Palabras Enlace:  ADDH – SÍNTOMAS – ATENCIÓN – ESTIMULOS - ACCIONES



ADDH


El ADDH  se define según el DSM IV por seis o más de los siguientes síntomas  de desatención que han persistido por lo menos durante seis meses con una intensidad  que es “desapropiada” e “incoherente” con el nivel de desarrollo:

a)     El niño fracasa en las tareas escolares por no prestar atención a los detalles (por ej: cuando el niño esta desatento al escuchar la consigna de trabajo, lo que le impide realizar correctamente la tarea).
b)     Cuando el niño parece no escuchar cuando otra persona esta hablando o, incluso, cuando le hablan directamente a él.
c)     No poder permanecer durante un tiempo atento en la misma tarea, o se disgusta cuando se debe dedicar a ella con un esfuerza mental sostenido.
d)     Extraviar las cosas (útiles escolares, materiales de trabajo, libros, etc.).
e)     Cuando el niño se distrae por estímulos irrelevantes a la tarea.
f)      El niño tiene las manos y los pies en constante movimiento (manipulando objetos o no).
g)     No puede permanecer sentado y abandona su asiento en la clase (aunque sea para pedir cosas, charlar con otros compañeros, etc.) interrumpiendo su trabajo.
h)     Hablar en forma excesiva y constante.
i)      Contestar antes de que el docente o un compañero termine de preguntarle.
j)      No esperar su turno para contestar u opinar.
k)     Correr, trepar, saltar, etc. En situaciones inapropiadas o momentos no indicados.
l)      Vincularse mal con otros chicos (molestarlos constantemente en su trabajo, interrumpirlos etc.).
m)   Presentar problemas de adaptación.


Algunos enfoques sobre el tema


El llamado DDA aparecería, según la psiquiatría, por una incorrecta segregación de Dopamina en la parte Pre-frontal del cerebro.
La Dopamina pertenece al conjunto de las Catecolaminas, es decir que es un neurotransmisor (proteína que realiza la transducción en la sinapsis).
En el adulto la disminución de la Dopamina puede traer Parkinson, Depresión y alucinaciones. Por el contrario, la estimulación, puede traer agitación y también facilitar el aprendizaje.
La Ritalina, medicamento que se suele prescribir en los casos de ADDH, pertenece al grupo de los psicoanalepticos, estimulantes de la vigilancia (de cuya familia también son las anfetaminas), y se encarga de liberar neurotransmisores masivamente.
Pero esta medicación presenta una paradoja: mientras que en el adulto produce excitación, en los niños produce efecto sedativo, tranquilizante.
Es decir que por medio de la medicación se intenta lograr una adaptación del niño a ciertas demandas del sistema educativo.
Pero lo que aparece en definitiva, es el intento de solucionar este trastorno por medio de la medicación, lo que paradójicamente nos haría desviar la atención sobre las verdaderas causas de este problema.
  

Una nueva mirada posible

Sin duda, el listado de síntomas que caracterizan al ADDH, en realidad le resulta conocido a cualquier docente que haya estado mas de 10 minutos en un aula con un grupo de alumnos.
Entonces, o el 90% de los chicos tienen el trastorno de atención o se esta enfocando mal la mirada sobre el tema.
Habría también que preguntarse por qué siempre se relaciona el déficit atencional con la hiperactividad.
Cualquier docente puede notar, desde lo fenomenológico, que existen dos tipos de problemas distintos en relación a la atención: una es la que esta dentro de esta descripción de síntomas y la otra es la de los chicos con problemas de atención pero que no son hiperactivos, sino todo lo contrario, están callados, distraídos, pensando en otra cosa, etc.
Pero tanto en un caso como en otro, tienen problemas de atención. Por qué entonces nos ocupamos de los hiperactivos?
Pero vayamos despacio...
Partamos de la base de que el supuesto déficit de atención no es un déficit ni una falta: es un exceso de atención. Es no poder dejar de atender a los estímulos del mundo exterior. Como diría Freud “no funcionan las pantallas que filtran el estimulo exógeno”(1)
Paradójicamente entonces, el tema atencional parece que nos hace desviar la atención sobre las verdaderas causas de estos síntomas. No olvidemos que (para el psicoanálisis) el síntoma es una irrupción de la verdad en la vida de un sujeto, que tienen un sentido y que son un bálsamo frente a la angustia. Y los que trabajamos en un ámbito educativo debemos estar atentos a esto.
Si prestamos atención a la obra de Freud notaremos que este es un tema que, aunque algunos se sorprendan, él trabajó a lo largo de su obra. En “Proyecto de una psicología para neurólogos” dice: “El efecto de la atención psíquica es el de catectizar las mismas neuronas que son las portadoras de la catexia perceptiva. Este estado de atención tiene un prototipo en la experiencia de satisfacción que es tan importante para todo el curso del desarrollo, y en las repeticiones de dicha experiencia: los estados de anhelos desarrolladas hasta convertirse en estados de deseo y estado de expectación. La atención consistirá entonces en establecer la situación psíquica del estado de expectación también en aquellas percepciones que no coinciden ni siquiera en parte, con las catexias desiderativas”.(2)
En “los dos principios del funcionamiento psíquico”, texto de 1910, dice: “La mayor importancia adquirida por la realidad externa elevó también la de los órganos sensoriales vueltos hacia el mundo exterior y el de la conciencia, que hubo de comenzar a aprehender las cualidades sensoriales, y no tan solo las de placer-displacer, únicas interesantes hasta entonces. Se constituyo una función especial, la atención, cuyo cometido consistía en tantear periódicamente el mundo exterior, para que los datos del mismo fueran previamente conocidos en el momento de surgir una necesidad interna inaplazable.”(3)
A su vez J.Lacan, en el Seminario VII dice al respecto:”El mundo de la percepción nos es dado por Freud como dependiente de esa alucinación fundamental sin la cual no habría ninguna atención posible...La función del principio del placer reside en hacer que el hombre busque siempre lo que debe volver a encontrar, pero que no podría alcanzar, allí yace lo esencial”(4)
Tenemos entonces como base de la constitución del aparato psíquico la experiencia mítica de satisfacción y el objeto perdido, Das Ding. Y si Freud nos señala que la realidad es realidad psíquica, una de las consecuencias de esto es que el mundo de los objetos a conocer esta en relación a ese objeto primordial.
¿Cómo funcionaria entonces el mecanismo de Atención? En pocas palabras, sería lo que nos posibilita aprehender objetos que no coinciden con esas catexias desiderativas.
Trabajo complicado: prestar atención a objetos que no están en los caminos del deseo.

Esto nos hace pensar que cuanto mas lejos de las coordenadas del deseo estén tanto el docente como los contenidos que enseña, mas lejos estará entonces de captar la atención de los alumnos.



ACCIONES POSIBLES

En la escuela, el docente (encarnando el sistema) tiene en mente cierta concepción de lo que es deseable para un niño, lo que es bueno y lo que es malo, lo que lo pone en portador de un discurso moral que en no pocas oportunidades lo hace perder el rumbo. La cuestión para ese docente consiste en como hacer para que el niño efectue las acciones correspondientes que lo conducen a esos fines, es decir, cómo hacer para llamar a la atención de ese alumno.
Es evidente también que en los últimos años los libros de pedagogía proponen diversas actividades para captar la atención del alumno.
Es notable también la mayor preponderancia que se les da a las imágenes, fotos, dibujos, en comparación al lugar que tienen las palabras en los textos escolares. Por supuesto que esto no es casual cuando en lo social nos encontramos con este fenómeno constantemente.
En estos tiempos la imagen propone una temporalidad sin pausa, a veces hasta vertiginosa. Los niños aparecen por momentos expuestos a un exceso de estímulos que no pueden procesar simbólicamente.
El problema que se le aparece entonces al docente es lograr que el niño haga determinadas cosas, tareas, etc., que en realidad no tiene ganas de hacer o le aburren.
Nadie puede negar que los docentes nos servimos de muchos modos de presión para lograrlo (castigos, evaluaciones, discursos morrales etc.).
Es sin duda ante esto en donde aparecen las mayores demandas que el docente le dirige a sus alumnos: se demanda atención. Y esto esta en relación a la adaptación. Supuestamente los niños con problemas de atención sonios con problemas de adaptación. Pero, como diría J.Lacan. ¿Qué es adaptarse sino adaptarse a la demanda del Otro?
Sería mas interesante y eficaz entonces que el docente, en lugar de transitar el circuito interminable de la demanda, introduzca en su trabajo cotidiano otra temporalidad, que es la de la palabra; es decir, hacer un corte en lo excesivo, en lo veloz, en esa gran cantidad de estímulos, en esa compulsiva búsqueda de nuevos objetos ( en síntesis, un corte ante estas formas de goce que se proponen desde lo social), que permita instalar un respeto a los tiempos de comprender de cada niño.¿Cómo lograrlo? Intentando, cada docente con su propio estilo, darle mas lugar a la palabra dentro del aula, tanto cuando se dan consignas de trabajo como cuando se habla con los alumnos por cualquier motivo inherente a la tarea escolar diaria. Sin duda esto no se logra de un DIA para el otro,  pero no olvidemos que buscar soluciones ultra-rápidas nos pondría en el mismo lugar que el de los niños de los que hablamos.

MATERIALES COMPLEMENTARIOS

Catexia

La catexia hace que cierta energía psíquica se halle unida a una representación o grupo de representaciones, una parte del cuerpo, un objeto, etc.(5)

Experiencia de satisfacción


Tipo de experiencia originaria postulada por Freud, consistente en el apaciguamiento, en el lactante, gracias a una intervención exterior, de una tensión interna creada por la necesidad. La imagen del objeto que satisface adquiere entonces un valor electivo en la constitución del deseo del sujeto. Podria ser recatectizada en ausencia del objeto real (satisfacción alucinatoria del deseo). Guiara constantemente la búsqueda ulterior del objeto que satisface.
La experiencia de satisfacción va ligada al desamparo: el niño necesita la ayuda de una persona exterior para suprimir las tensiones endógenas.
La satisfacción queda unida a la imagen del objeto que procuro la satisfacción. Cuando aparece de nuevo la tensión, la imagen del objeto es recatectizada; esto produce una alucinación similar a la percepción.
El deseo tiene su origen en una búsqueda de satisfacción real, pero se forma según el modelo de esa alucinación primitiva.(6)

DAS DING
La Cosa. El Ding es el objeto que es aislado en el origen por el sujeto, en la experiencia de satisfacción y desamparo.
Según Lacan, “el Ding como primer objeto extranjero, es aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto en relación al mundo de sus deseos(...) ese objeto, das Ding, en tanto Otro absoluto del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar. Pero se vuelven a encontrar las coordenadas de placer, no el objeto”(7)

PLACER-DISPLACER
Principios que, según Freud, rigen el funcionamiento psíquico: el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer. El placer va ligado al aumento de las cantidades de excitación, y el placer a la disminución de las mismas.(8)

Citas Bibliografiítas
(1)  Freud, Sigmund, “Proyecto de una psicología para neurólogos”, traducción de Lopez-Ballesteros, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1981, Pág. 220
(2)  Freud, Sigmund,” Proyecto de una psicología para neurólogos”, traducción de Lopez-Ballesteros, Madrid, Ed. Biblioteca nueva, 1981, Pág. 257.
(3)  Freud, Sigmund “Los dos principios del funcionamiento mental”, traducción de Lopez-Ballesteros, Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, 1981, Pág. 1639.
(4)  (7) Lacan, Jaques, Seminario VII: La ética del psicoanálisis, traducción de D.Rabinovich, Bs.As., Ed. Paidos, 1995, Pág. 68 y ss.
(5)  (6) (8) Laplanche,J., Diccionario de psicoanálisis, traducción de Cervantes Gimeno, Barcelona, Ed. Labor, 1981.






sábado, 20 de octubre de 2012

LA PARTE OSCURA DEL SUEÑO

                                                               






En su seminario 14, titulado La lógica del fantasma, lacan retoma de manera novedosa la relación entre el ser y el pensar mediante una nueva formulación del vel alienante antes trabajado en el seminario 11. El resultado es un planteo riguroso de la lógica implicada en la inadecuación entre el ser y el pensamiento: inadecuación que relanzará la repetición de ese desencuentro. El cógito cartesiano una vez más es retomado por Lacan, y esta vez para, a partir de la ley de la dualidad de de Morgan, introducir una negación que produce una disyunción entre “o yo no pienso o yo no soy”. Del lado del “yo no pienso” se  ubica el Ello, un ser sin Yo, la Bedeutung como referente (objeto a), la falta y la determinación, entre otros conceptos. Del lado del “Yo no soy”, un pensar sin Yo, la pérdida, la bedeutung como significación (menos phi), la sobredeterminación, etc.
Ahora bien, la negación en juego implica que el “no” de la operación se aplica (rabinovich) sobre el Je y recae sobre el sujeto de la enunciación, y no sobre el sujeto del enunciado. Ese sujeto como Je es el conjunto vacío implícito en ambos conjuntos (el del ser y el del pensamiento).
Así es como en la articulación del “no soy” aparece lo esencial del Inconsciente y sus efectos, por ejemplo en la sorpresa que caracteriza toda formación del inconsciente. Lacan habla de un pensamiento que no es Je, como uno de los modos de nombrar al inconsciente.
Qué noticias tenemos de ese Je como conjunto vacío en la clínica? El sueño, vía regia de acceso al inconciente, nos da, según Lacan, una clave. Suele ocurrir que en el relato que realiza el soñante algo se manifiesta como siendo una interrupción, una laguna, una ruptura en el relato, y que Freud indica como debiendo ser restablecido como formando parte del sueño. Al comentar Lacan en la clase 7 un sueño trabajado por Freud en la Traumdeutung indica que “ es en tanto que el análisis por su trabajo viene a invertir esa relación que hacia de todo lo que era del orden del estatuto del sujeto de su No Soy un campo vacío, un sujeto no identificable, va a aparecer el fracaso de la articulación de la Bedeutung sexual”, mostrando la radical inadecuación del pensamiento a la realidad del sexo. Retoma así Lacan lo trabajado en el seminario 6, clase 8, cuando dijo “Lo que enunciamos al producir el enunciado del sueño, es algo que está dado, en la misma forma bajo la cual nosotros la producimos a partir del momento en que contamos nuestro sueño a algún otro, ese punto de interrogación que no es cualquiera, que supone que algo está bajo ese sueño, de lo cual ese sueño es significante. Quiero decir, podemos escribir esto en nuestra formalización, que se trata de una enunciación, de un enunciado, que tiene él mismo un índice de enunciación, E(e) “. Asimismo, el afecto en juego en un sueño, por ser su característica, marcará un rasgo de la posición del sujeto con relación a su ser.
Pero sabemos que, durmiendo o no, el sujeto siempre puede alegar: “esto no es más que un sueño”. Si es mientras duerme, viene a su ayuda el preconciente, que representa el deseo de dormir, y si es en la realidad, será alguna fantasía lista para ser utilizada de somnífero. Decir “esto no es más que un sueño” es el punto traicionero del teatro del sueño y del mundo de ficción, del cual el sujeto sería el único soporte y modo de existencia. Es la consistencia otorgada a ese sujeto en tanto que ve, es decir, en tanto que no tiene más que la geometría de la visión, que permite el ocultamiento del objeto mirada en tanto punto ciego de la visión que desagrega el campo del narcisismo. Chuang Tzu puede decir que no sabe si es un hombre que sueña ser una mariposa o una mariposa que sueña ser un hombre, pero el punto es que en el Otro del significante nada puede decirle al sujeto “tú eres esto”, ya que habrá un resto que no puede ser dicho: el objeto  a. Esa es, como dice Freud con intuición sorprendente en el capítulo 6 de la Traumdeutung, “la parte oscura” del sueño, donde debe apoyarse la interpretación. Aquella donde el Ello afirma la falta de sujeto y donde se juega la imposibilidad en el inconsciente de articular: entonces Soy.


                                                 Lionel F. Klimkiewicz


sábado, 6 de octubre de 2012

RESPLANDOR: LACAN, BORGES Y LA LITERATURA

                                                            

En su trabajo de investigación sobre la escritura, Lacan no duda en proceder realizando una demostración literaria. Relata así su viaje a Japón y hace referencia al arte de la caligrafía japonesa y los efectos de tachadura. Arte este, según opina, que los occidentales no tienen esperanza de producir.
          Podríamos decir, que para Lacan, según escribe en "Lituraterra", Occidente está demasiado encandilado por el “resplandor” del significante, lo que hace que su literatura se emita desde el semblante. En ese texto sin embargo, ubica también una literatura de vanguardia, que está hecha de litoral, y entonces no se sustenta en la apariencia.
          ¿Qué es la vanguardia? La palabra Vanguardia implica fundamentalmente una temporalidad, ya que podemos decir que un movimiento de vanguardia es todo aquel que se adelanta a las tendencias de su tiempo (más allá de que se llame así al vanguardismo del siglo XIX y XX)¿Y que sería adelantarse? Si se responde no desde una crítica de la historia del arte sino desde los efectos del acto mismo, podemos decir que solo se adelanta aquel que en su camino tiene otros que sigan su huella.
       Sabemos también que la temporalidad es discursiva, producto de la articulación significante, significante que es una marca, una escritura, una huella. Pero que en tanto significante no se lo puede leer solo. Como dice Lacan en el Seminario 9, la marca, la borradura de la marca, y la marca sobre le huella borrada implica el nacimiento del significante, en una temporalidad donde el tercer tiempo implica el retorno del primero.
           En este pequeño escrito, que no es de vanguardia, la propuesta es seguir las huellas de J.L. Borges para intentar un acercamiento al concepto de letra, sgte, escrito, el tiempo, la literatura y la lituraterra.


*                    *                    *

          En el año 1953, mientra J. Lacan en Paris daba inicio a su enseñanza, Jorge Luis Borges publica en Buenos Aires un libro ya clásico: “Historia de la eternidad”. Este texto está dividido en cuatro partes, en las cuales en sus primeras tres desarrolla un acercamiento al concepto de “eternidad” desde la Historia, la filosofía, la religión, etc., y para eso nos habla de Plotino, Platón, Unamuno, Schopenhauer, Malón de Chaide, Stevenson, San Agustín, Donne, Escoto Erígena, Lucrecio, etc,etc,etc… realizando un recorrido tan ameno como erudito e inteligente.
          En cambio, en el último apartado, casi como una ruptura, un quiebre en la linealidad hasta ahí desarrollada, nos propone su propia teoría de la eternidad, que por ser la que aquí nos interesa, transcribimos casi totalmente:

“Sólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad. Es una eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedor y sin arquetipos. La formulé en el libro El idioma de los argentinos, en 1928. Transcribo lo que entonces publiqué, la página se titulaba ·sentirse en muerte·:

            Deseo registrar aquí una experiencia que tuve hace algunas noches:  fruslería demasiado evanescente y extática para que la llame aventura, demasiado irrazonable y sentimental para que la llame pensamiento. Se trata de una escena y una palabra: palabra ya antedicha por mí, pero no vivida hasta entonces con entera dedicación de mi Yo. Paso  a historiarla, con los accidentes de tiempo y de lugar que la declararon.
            La rememoro así. La tarde que precedió a esa noche, estuve en Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuya distancia de las que después recorrí, ya dio un extraño sabor a ese día. Su noche no tenía destino alguno, como era serena, salí a caminar y recordar, después de comer. No quise determinarle rumbo a esa caminata; procuré una máxima latitud de probabilidades para no cansar la expectativa con la obligatoria antevisión de una solo de ellas. Realicé en la medida de lo posible, eso que llaman caminar al azar; acepté, sin otro consciente prejuicio que el de soslayar las avenidas y las calles anchas, las más oscuras invitaciones de la casualidad. Con todo, una suerte de gravitación familiar me alejó hacia unos barrios, de cuyo nombre  quiero siempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quiero significar así el barrio mío, el preciso ámbito de la infancia, sino sus todavía misteriosas inmediaciones: confín que he poseído entero en palabras y poco en realidad, vecino y mitológico a un tiempo. El revés de lo conocido, su espalda, son para mi esas calles penúltimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterrado cimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marcha me dejó en una esquina. Aspiré noche, en asueto serenísimo de pensar. La visión, nada complicada por cierto, parecía simplificada por mi cansancio.
La irrealizaba su misma tipicidad. La calle era de casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza, la segunda era ciertamente de dicha. Era de lo más pobre y de lo más lindo. Ninguna casa se animaba a la calle; la higuera oscurecía sobre la ochava; los portoncitos -más altos que las líneas estiradas de las paredes- parecían obrados en la misma sustancia infinita de la noche. La vereda era escarpada sobre la calle; la calle era de barro elemental, barro de América no conquistado aún. Al fondo, el callejón, ya campeano, se desmoronaba hacia el Maldonado.. Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosada parecía no hospedar luz de luna, sino efundir luz íntima. No habría manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado.
            Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en voz alta: esto es lo mismo de hace treinta años… Conjeturé esa fecha: época reciente en otros países, pero ya remota en este cambiadizo lado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentí por él un cariño chico, de tamaño de pájaro; pero lo más seguro es que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que el también intemporal de los grillos. El fácil pensamiento –estoy en mil ochocientos y tantos- dejó de ser unas cuantas aproximativas palabras y se profundizó en realidad. Me sentí muerto, me sentí percibidor abstracto del mundo: indefinido temor imbuido de ciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí, no, haber remontado las presuntivas aguas del Tiempo; más bien me sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebible palabra ETERNIDAD. Sólo después alcancé a definir esa imaginación.
            La escribo, ahora así: esa pura representación de hechos homogéneos –noche de serenidad, parecita límpida, olor provinciano de la madreselva, barro fundamental- no es meramente idéntica a la que hubo en esa esquina hace tanto años; es, sin parecidos ni repeticiones, la misma. El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan para desintegrarlo.(…)
            (…) Quede, pues, en anécdota emocional la vislumbrada idea y en la confesa irresolución de esta hoja el momento verdadero de éxtasis y la insinuación posible de eternidad de que esa noche no me fue avara.”

          Difícil escribir algo luego de un texto donde cada palabra esta elegida con perfección…
          Podemos ver cómo, para decir qué es la eternidad para él, Borges elige relatar una experiencia propia, donde se ponen en juego “una escena y una palabra”. Esto implica que en un primer acercamiento al texto nos encontremos con que esa escena requiere una descripción. Y Borges nos entrega una descripción brillante. Tan brillante que nos encandila. Descripción de lugares, de recuerdos, de sensaciones, de percepciones, utilizando nombres simples y adjetivos inesperados, haciendo que cada cosa cobre una singularidad especial y nos suma en una intimidad tal que produce el efecto de querer representárnosla para poder compartir algo de ese momento, y poder seguir sus huellas en cada paso de su azarosa caminata.
          Caminata azarosa pero enmarcada en cada paso en un espacio y un tiempo determinados, hasta que un encuentro se produce, un encuentro con la mismidad, con lo que queda por fuera de todo recorrido posible. Un encuentro con lo Real que la palabra “eternidad” viene a nombrar.
          Borges nos lo presenta de manera paradojal: lo eterno en un instante, un instante fuera del tiempo que roza la muerte y lo imposible de pensar, que es lo mismo. Hiancia, instante de lo disperso, que el tiempo como delusión vuelve a suturar haciéndolo historia.
          Pero este acontecimiento que marca la historia de Borges como sujeto, se hace Obra., se hace Arte. Y es aquí donde reside la genialidad del texto: para explicar la eternidad, el tiempo, recurre a repetir un escrito donde rememora una experiencia; juego literario donde la temporalidad discursiva muestra su cara ficcional; literatura de un instante vacío de tiempo, y de una palabra inconcebible por ser uno de los nombres de lo imposible.
Tres tiempos se figuran así: instante que se rememora en 1928 y se repite en el ensayo de 1953.
          Tres tiempos: la marca, el encuentro, que produce “el sentirse en muerte”, luego la reiteración de la marca, es decir, la intromisión de la diferencia y la pérdida, es decir, la borradura, “el idioma de los argentinos”. Y luego, por último, la repetición de la pérdida, marca sobre la huella borrada, ahí donde de la eternidad se puede hacer historia.
          Así lo escribe,¿Acaso había una manera mejor?
          Éxtasis sin pasión, muerte sin horror, el instante donde se desliga de sí mismo deviene obra sin Dios, cicatriz permanente del encuentro contingente.
          Ahí donde otros leen el signo de una alteridad o un destino florece un texto sin religión.
Ahí donde nació una palabra, acontece un estilo.
          Porque, como dice R. Barthes en “el grado cero de la escritura” el estilo es un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología personal y secreta del autor, en esa hipofísica de la palabra donde se forma la primera pareja de las palabras y las cosas, “es la voz decorativa de una carne desconocida y secreta que se elabora en el límite de la carne y el mundo” es “ la trasmutación de un humor”.

          En síntesis, esta experiencia que nos relata Borges; es la experiencia de un sujeto a la que advino un real, que marca un antes y un después, un corte en el tiempo, en donde lo que estaba enlazado se desanuda para luego volver a anudarse, y con un estilo tan único como eterno, hacer de lo más singular y por medio de un escrito, un modo de vínculo con un otro que, en tanto lector, no borre de la Obra lo que en ella hay de apertura a lo Real.



                                                      Lionel F. Klimkiewicz
                                                           Verano del 2010

sábado, 29 de septiembre de 2012

SUJETO-INCONSCIENTE-SIGNIFICANTE


                                                          


“ Ser Psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana. Si creen tener un Yo bien adaptado, razonable, que sabe navegar, reconocer lo que debe y lo que no debe hacer, tener en cuenta las realidades, sólo queda apartarlos de aquí. El psicoanálisis muestra que no hay nada más necio que un destino humano, o sea, que siempre somos embaucados. Aún cuando tenemos éxito en algo que hacemos, precisamente no es eso lo que queríamos. No hay nada más desencantado que quien alcanza su sueño dorado, basta hablar tres minutos con él...El análisis es darse cuentas de esto, y tenerlo en cuenta.
Si por una suerte extraña atravesamos la vida encontrándonos con gente desdichada, no es accidental no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada del psicoanálisis. Esto es lo que yo llamo tomar las cosas en serio.”


Este comentario que realiza Lacan en el Seminario III es un buen puntapié inicial para comenzar a pensar qué es un psicoanálisis, qué es un sujeto y cómo se pone en juego esto en las entrevistas preliminares, que es el tema al que nos dedicamos.

Podemos partir pensando qué viene a buscar el analizante al análisis.

Dice Lacan que él viene a buscar lo que hay que encontrar, el tropos por excelencia, es decir, su destino. Pero...¿es el análisis una introducción del sujeto a su destino? No. Si algo nos enseña el descubrimiento freudiano, dice Lacan, es a ver en los síntomas una figura que tiene relación con las figuras del destino: no lo sabíamos y ahora lo sabemos. Eso constituye una  diferencia. Saber o no saber es pues esencial en lo que se refiere a la figura del destino.

¿Qué busca en cambio la clínica psicoanalítica? La división del sujeto.

¿Cómo se manifiesta esta división? Freud diría, como un conflicto, es decir, un síntoma, un acto fallido, etc.

Ahora bien, la pregunta que se impone es ¿De qué sujeto estamos hablando? Esta pregunta es esencial porque de cómo sea respondida depende nada más ni nada menos que la clínica. ¿Este sujeto, es el mismo para el psicoanálisis, que para la psicología, la filosofía, etc? Creo que para avanzar en una formación, es preciso realizar esta distinción para no desmoronarse en la práctica y perderse en otros discursos que nada tienen que ver con el psicoanálisis ( aunque le roben ciertas conceptualizaciones).
¿Qué es entonces ese sujeto del que hablamos? Pregunta esencial, ya que de cómo sea respondida dependerá el tipo de clínica que haremos.

Vamos a partir de la concepción de que el sujeto no es la persona, sino que es efecto del significante. No es la persona ni el paciente que nos viene a demandar un análisis. El sujeto es  el efecto específico que toma la palabra bajo transferencia, es del efecto del significante que surge como tal el sujeto.

Lacan va a dar una definición que no va a cambiar en toda su obra “un sujeto es lo que un significante representa para otro significante”

                                             $
                                  S1 ----------S2

La primera consecuencia que podemos extraer de esto es que el sujeto no tiene un sgte. que lo represente, su ser se pierde irremediablemente.

Ahora bien, si decimos que este sujeto no es la persona, no es el Yo, no es la conciencia, tampoco es el inconsciente. es imprescindible diferenciar los conceptos de sujeto – sgte – inconsciente, para luego poder articularlos.
Lacan da dos definiciones de inconsciente:
a)    El inconsciente está estructurado como un lenguaje.
b)     El inconsciente es el discurso del Otro.


Es decir que el inconsciente es la determinación del sujeto por el orden simbólico.. Es un inconsciente que no es interior, no está en las profundidades, sino que lo encontramos en la superficie del discurso. Dice Lacan en“Posición del inconsciente” que el inc. es un lugar a cuya entrada nunca se llega sino en el momento en que están cerrando, y que el único medio para que se abra es llamar desde el interior.. Es un espacio que se reduce a una combinatoria
(S1-S2), es propiamente lo que se llama un borde.

          Podemos introducir un cuadro que nos ayude a pensar esta articulación  sujeto-sgte-inc.:


I I I I I I I I I I I I I I I I I    sgdo.                                             dicho  enunciado

I   I   I    I    I   I   I   I         sgte.     S1-S2    discurso   NP  Ф decir enunciación

  I      I      I     I     I            letra      a = a?   lenguaje



Los palotes del medio son los sgtes del orden simbólico, es la matriz que se apoya sobre lo Real (lo no simbolizado).

Hay dos vertientes del sgte.: a) Los que se apoyan (letras) Son sgtes insignias
                                              b) Los que se combinan en la cadena.


Las marcas, las huellas como diría Freud, fundan al inconsciente. En esas marcas no hay equívoco, porque lo Real no equivoca.

Las cadenas sgtes y los sentidos y significaciones que estas producen no tienen equivalencia con las marcas, hay descompensación, pérdida entre una un “nivel” y otro.

Estas marcas a las que nos referimos, están vacías, y se sustraen a la represión. No están reprimidas, están vacías, lo que se reprime son sgtes. La pulsión aparece en estas marcas, por eso es silenciosa.

Este concepto de vacío se ve ejemplificado en las palabras de E. Cioran que se titula “Rostros de la decadencia”:

“Si, por azar o por milagro las palabras se volatilizasen nos sumergiríamos en una angustia y un alelamiento intolerables. Tal súbito mutismo nos expondría al más cruel suplicio. Es el uso del concepto el que nos hace dueños de nuestros temores. Decimos: la Muerte, y esta abstracción nos dispensa de experimentar su infinitud y su horror. Bautizando las cosas y los sucesos eludimos lo inexplicable: la actividad del espíritu es un saludable trampear, un ejercicio de escamoteo; nos permite circular por una realidad dulcificada, confortable e inexacta. (...) Pero cuando uno vuelve a si mismo y se está solo – sin la compañía de las palabras – se redescubre el universo incalificado, el objeto puro, el acontecimiento desnudo: ¿de dónde sacaremos la audacia para afrontarlos? Ya no se especula sobre la muerte, se es la muerte. (...) Las grandes palabras: destino, infortunio, desgracia, se despojan de su brillo; y es entonces cuando se percibe a la criatura bregando con órganos desfallecientes, vencido por una materia postrada y atónita. Retirad al hombre la mentira de la Desdicha, dadle el poder de mirar por debajo de ese vocablo: no podrá un solo instante soportar su desdicha.”

Una vez planteado que sujeto – inconsciente – significante son conceptos diferentes pero que se articulan entre sí, podemos comenzara pensar como se produce el encuentro del sujeto con el lenguaje.

El encuentro del sujeto (de la necesidad) con la estructura del lenguaje, se produce por medio del Otro.

Cuando el niño grita, hay un puro significante lanzado al campo del A, pero si el A no le da un significado, esto le vuelve al niño como significante puro. En cambio, cuando vuelve con la sanción del A, se resignifica como demanda (por eso la respuesta es lógicamente anterior a la pregunta)


Es así como un mensaje es entonces devuelto en forma invertida.

Hay un encuentro del sujeto, con el A (que Lacan en sus primeros años de enseñanza llama código o tesoro de los significantes), con el campo de los significantes del A. El inconsciente se funda en esa alineación al significante en el campo del A (S1 – S2).


Pero el Otro, es un Otro atravesado por el lenguaje, A. En este encuentro con los significantes de la batería del Otro lo que no es del Otro, es el sujeto. El sujeto es producido por el lenguaje, no por Otro; el Otro, en todo caso, subjetiviza. No es lo mismo, entonces el “sujeto” que la “subjetividad”. El sujeto no es producido por el A porque en la batería no hay ningún significante que presente al sujeto. El sujeto es el –1, el significante que le falta al A.

Este sujeto entonces no es que está por fuera de la cadena significante, sino que está adentro sin ser ningún significante. Por eso es un sujeto evanescente que aparece en los cortes del discurso. Es un sujeto que pertenece a la cadena, en tanto excluido de la cadena.
(esto nos da la base para pensar en la psicopatología la exclusión en la histeria y el aislamiento en la neurosis obsesiva)

Este sujeto, en tanto sustraído, está muerto, por eso la necesariedad de la identificación, que de todos modos nunca alcanza para tapar esa división constitutiva.

                                                            
     
En esta estructura del lenguaje hay dos significantes a los que Lacan llama privilegiados: el Nombre del Padre y el Falo. Son privilegiados porque:
-      son dos operadores
-      operan en los tres registros
-      tienen relación con los tres tiempos del Edipo
-      operan porque no hay referentes, la Cosa está perdida

¿Cómo operan estos significantes en la estructura? Comencemos por el Nombre del Padre. Al ejercer el padre simbólico su función simbólica produce en la subjetividad del niño el reemplazo de la ley caprichosa materna por la ley como instancia exterior a todo personaje; es el significante que en la batería del A aparece como lugar de la ley.

Cuando el deseo de la madre es sustituido por el Nombre del Padre, en la subjetividad del niño aparece la significación fálica, ya que la metáfora paterna es la que produce el punto de almohadillado fundamental.

Al no ser el niño el falo (de la madre) deja de estar identificado con el yo ideal y se identificará con el ideal del yo, I(A)

El falo es el significante destinado a designar en su conjunto los efectos del significado, en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante. Es el elegido de la batería para cumplir con ese destino. Este significante tiene función activa en la determinación de los efectos en que lo significable aparece como sufriendo su marca. El falo funciona velado y funda los tres diques freudianos: vergüenza, repugnancia y asco

Estos dos operadores delimitan un campo, el campo del A, cuya superficie es el discurso.


Cuando Lacan se pregunta para qué sirve un Psicoanalista responde: para hacer un psicoanálisis. El Psicoanalista no busca la cura (ya que esta viene por añadidura) sino que dirige la cura, (y no al paciente), y la dirección de esa  cura es hacia lo Real. Es responsabilidad del analista dirigir esa cura, y de nadie más. Por eso, resulta imprescindible entender que estatuto tiene el sujeto para el psicoanálisis, ya que será la única posibilidad de alcanzar la meta esencial, que es que ese sujeto obtenga cierto margen de libertad en relación con el lugar que ocupó como objeto del deseo como deseo del Otro.


                   

                                                               por  Lionel F. Klimkiewicz