jueves, 21 de marzo de 2013

LA ESTÉTICA DE SCHLEIERMACHER




                                         

Uno de los tantos datos curiosos que contiene el texto Das Unheimliche de Sigmund Freud, es aquel donde el inventor del psicoanálisis escribe el nombre de Schleiermacher en lugar del de Schelling al parafrasear su definición de Lo Siniestro. Confusión, equivocación, acto fallido… quién sabe? Por lo pronto ese hecho nos da una buena excusa para acercarnos a la obra de este no tan conocido protagonista del texto de Freud.
Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher nació en 1768 en Silesia (la actual Polonia), fue teólogo, filósofo, traductor y es considerado el padre de la hermenéutica. Impartió lecciones de estética de las cuales se publicaron, luego de su fallecimiento, las notas que utilizaba y que corresponden a los cursos dictados entre 1819 y 1825 en la Universidad de Berlín.  En estas notas, que llegan a nuestros días en forma de libro, encontramos ideas realmente interesantes sobre teoría del arte.
De esta obra -en la cual parte aclarando que el objeto principal de su investigación es el significado ético del impulso artístico, entendiendo a la estética como una teoría de la sensación contrapuesta a la Lógica- me interesa compartir dos ideas. La primera consiste en plantear que la actividad artística se basa en tres momentos diferentes: la excitación (energía, inspiración original), la invención (o formación arquetípica) y la ejecución (o habilidad orgánica). En el interjuego de estos tres elementos se encuentra la “imagen completa del mundo del arte”, mundo en el cual si predominan los dos primeros tenemos la llamada “genialidad” y si predomina el última, el “virtuosismo”. Pero la idea se pone más interesante cuando falta alguna de ellos. Por ejemplo, si falta la excitación, el proceso no podría comenzar, pero si solo encontramos este elemento nos queda meramente la posibilidad transformar esa fuerza  en un deseo que posibilite solamente ser receptores del arte, sin capacidad de producción; si falta la invención, las otras dos producen, sin duda, algo carente de arte, o no habría lugar más que para la imitación o el plagio; si faltara la habilidad orgánica, solo predominaría la inspiración, ya que la invención no podría asimilarse a la ejecución. Sería tal vez un buen ejercicio que cada uno pueda poner a prueba esta teoría pensando en un ejemplo cercano a su propia cultura, sabiendo que en nuestros días el calificativo de “artista” se utiliza sin demasiada rigurosidad.
La segunda idea se desprende entonces de la primera: el Arte es la identidad de la inspiración –por medio de la cual la expresión surge de la excitación interna- y de la reflexión -por medio de la cual la expresión surge del “arquetipo”. Por el otro lado, lo carente de arte es la inmediata identidad de la excitación y la expresión, que se unen por un vínculo inconsciente.
Pivoteando entre el clasicismo y el romanticismo, para Schleiermacher –cuyo nombre significa “fabricante de velos”- el arte debe purificar las pasiones, ya que hace “que llegue correctamente la plenitud de la moderación a ser intuición”.

                                                                                              Lionel F. Klimkiewicz