Uno de los tantos datos curiosos que contiene el texto Das Unheimliche de Sigmund Freud, es
aquel donde el inventor del psicoanálisis escribe el nombre de Schleiermacher
en lugar del de Schelling al parafrasear su definición de Lo Siniestro.
Confusión, equivocación, acto fallido… quién sabe? Por lo pronto ese hecho nos
da una buena excusa para acercarnos a la obra de este no tan conocido
protagonista del texto de Freud.
Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher nació en 1768 en Silesia
(la actual Polonia), fue teólogo, filósofo, traductor y es considerado el padre
de la hermenéutica. Impartió lecciones de estética de las cuales se publicaron,
luego de su fallecimiento, las notas que utilizaba y que corresponden a los
cursos dictados entre 1819 y 1825 en la Universidad de Berlín. En estas notas, que llegan a nuestros días en
forma de libro, encontramos ideas realmente interesantes sobre teoría del arte.
De esta obra -en la cual parte aclarando que el objeto
principal de su investigación es el significado ético del impulso artístico, entendiendo
a la estética como una teoría de la sensación contrapuesta a la Lógica- me
interesa compartir dos ideas. La primera consiste en plantear que la actividad
artística se basa en tres momentos diferentes: la excitación (energía, inspiración original), la invención (o formación arquetípica) y la ejecución (o habilidad orgánica). En el interjuego de estos tres
elementos se encuentra la “imagen completa del mundo del arte”, mundo en el
cual si predominan los dos primeros tenemos la llamada “genialidad” y si
predomina el última, el “virtuosismo”. Pero la idea se pone más interesante
cuando falta alguna de ellos. Por ejemplo, si falta la excitación, el proceso
no podría comenzar, pero si solo encontramos este elemento nos queda meramente la
posibilidad transformar esa fuerza en un
deseo que posibilite solamente ser receptores del arte, sin capacidad de
producción; si falta la invención, las otras dos producen, sin duda, algo
carente de arte, o no habría lugar más que para la imitación o el plagio; si
faltara la habilidad orgánica, solo predominaría la inspiración, ya que la
invención no podría asimilarse a la ejecución. Sería tal vez un buen ejercicio
que cada uno pueda poner a prueba esta teoría pensando en un ejemplo cercano a
su propia cultura, sabiendo que en nuestros días el calificativo de “artista”
se utiliza sin demasiada rigurosidad.
La segunda idea se desprende entonces de la primera: el Arte
es la identidad de la inspiración –por medio de la cual la
expresión surge de la excitación interna- y
de la reflexión -por medio de la cual la expresión surge del “arquetipo”.
Por el otro lado, lo carente de arte es
la inmediata identidad de la excitación y la expresión, que se unen por un
vínculo inconsciente.
Pivoteando entre el clasicismo y el romanticismo, para Schleiermacher
–cuyo nombre significa “fabricante de velos”- el arte debe purificar las
pasiones, ya que hace “que llegue correctamente la plenitud de la moderación a
ser intuición”.
Lionel
F. Klimkiewicz