domingo, 23 de diciembre de 2018

Sigmund Freud. Textos inéditos y documentos recobrados



Les comparto el video de la presentación en la Biblioteca Nacional de este gran libro de Mauro Vallejo, con textos inéditos y recobrados de Freud.




domingo, 2 de septiembre de 2018

La Amentia de Meynert en la obra de Freud



No son muchas las referencia que realiza Freud en su obra a la Amentia, el cuadro que fuera descripto por Theodor Meynert, quien había sido profesor suyo en el Hospital General de Viena. Sin embargo, las vemos aparecer en momentos teóricos fundamentales, que valen la pena señalar para poder extraer la lógica en que se sustentan.
En primer lugar, tenemos el texto de 1894, “Las neuropsicosis de defensa”, en donde en el punto 3, al destacar el papel de la defensa, nos dice:

“(1)Ahora bien, existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que el yo desestima {verwirft-verwerfen} la representación insoportable 27  junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que «confusión alucinatoria».(…)   (3)El hecho sobre el cual yo quería llamar la atención es que el contenido de una psicosis alucinatoria como esta consiste justamente en realzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad. Así, es lícito decir que el yo se ha defendido de la representación insoportable mediante el refugio en la psicosis; el proceso por el cual se logró esto escapa tanto a la autopercepción como al análisis psicológico-clínico. Corresponde verlo como expresión de una predisposición patológica de grado más alto, y acaso se lo pueda circunscribir como sigue : El yo se arranca (se separa) (reisst) de la representación insoportable,  pero esta se ensambla (zusammen) de manera inseparable con un fragmento de la realidad(Realitat), y en tanto el yo lleva a cabo ese logro, se suelta (losgelöst) también, total o parcialmente, de la realidad (Realitat) objetiva. 31 Esta última es a mi juicio la condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una vividez alucinatoria, y de esta suerte, tras una defensa (Abewhr) exitosamente lograda, la persona cae en confusión alucinatoria.”


Debe destacarse aquí que esta defensa exitosa hace que el vínculo del yo con la realidad se vea conmovido. El yo se suelta total o parcialmente de ella, dice Freud.
Más tarde, en el caso Schreber, en el apartado sobre el mecanismo paranoico afirma:

“Man kann nicht behaupten, daß der Paranoiker sein Interesse von der Außenwelt völlig zurückgezogen hat, auch nicht auf der Höhe der Verdrängung, wie man es etwa von gewissen anderen Formen von halluzinatorischen Psychosen beschreiben muß (Meynerts Amentia).”
(Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen III 1911 1.Hälfte, pág 6o)
“No es posible aseverar que el paranoico haya retraído por completo su interés del mundo exterior, ni siquiera en el período cumbre de la represión, como hemos de admitirlo en otras formas distintas de la psicosis alucinatoria (en la amencia de Meynert)”

Luego, en “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”(1915-7), en donde compara la Amentia con el sueño, dice que toda nuestra vinculación con el mundo exterior depende de la capacidad de distinguir percepciones de representaciones. Nos recuerda algo que ya estaba anticipado en su “Proyecto de psicología para neurólogos”: se requiere de un dispositivo con ayuda del cual se pueda distinguir una percepción desiderativa de un cumplimiento real, resignando la satisfacción alucinatoria e instaurando un examen de realidad que nos posibilite distinguir un adentro y un afuera. Pero se pregunta: ¿cómo es posible que en la psicosis alucinatoria del sueño y de la amentia este dispositivo logre cancelarse y se restaure el viejo modo de satisfacción? Y responde:

(23) Hingegen können wir schon jetzt aus der Pathologie erfahren, auf welche Weise die Realitätsprüfung aufgehoben oder außer Tätigkeit gesetzt werden kann, und zwar werden wir es in der Wunschpsychose, der Amentia, unzweideutiger erkennen als am Traum: Die Amentia ist die Reaktion auf einen Verlust, den die Realität behauptet, der aber vom Ich als unerträglich verleugnet werden soll. Darauf bricht das Ich die Beziehung zur Realität ab, es entzieht dem System der Wahrnehmungen Bw die Besetzung oder vielleicht besser eine Besetzung, deren besondere Natur noch Gegenstand einer Untersuchung werden kann. Mit dieser Abwendung von der Realität ist die Realitätsprüfung beseitigt, die – unverdrängten, durchaus bewußten – Wunschphantasien können ins System vordringen und werden von dort aus als bessere Realität anerkannt. Eine solche Entziehung darf den Verdrängungsvorgängen beigeordnet werden…

(23) En cambio, desde ahora podemos averiguar por la patología el modo en que el examen de realidad puede cancelarse o ponerse fuera de acción; y por cierto lo discerniremos de manera más unívoca en la psicosis de deseo, la Amentia, que en el sueño: La amentia es la reacción frente a una pérdida que la realidad asevera pero que debe ser desmentida {Verleugnet} por el yo como algo insoportable. A raíz de ello el yo rompe el vínculo con la realidad, sustrae la investidura al sistema Cc de las percepciones (o quizá le sustrae una investidura cuya particular naturaleza puede ser todavía objeto de indagación). Con este apartamientp (Abwendung) de la realidad queda eliminado el examen de realidad, las fantasías de deseo -no reprimidas, por entero conscientes- pueden penetrar en el sistema y ser admitidas desde ahí como una realidad mejor. Una sustracción así puede ponerse en el mismo rango que los procesos de la represión…

Es decir que el yo rompe el vínculo con la realidad apartándose(Abwendung) de ella. Lo que por el momento Freud no tiene claro es el mecanismo que produce este apartamiento, aunque supone una sustracción de investidura que puede ponerse en el mismo rango de la represión, adelantándonos que una desmentida (verleugnet) está en juego. Y termina afirmando que eso que en la amentia es efectuado por la represión, en el sueño lo produce la renuncia voluntaria.
La idea de que en la Amentia se rompe el vínculo con la realidad continúa hasta su artículo de 1924 “Neurosis y psicosis”, donde afirma:

“(4)En la Amentia de Meynert, la confusión alucinatoria aguda, acaso la forma más extrema e impresionante de la psicosis, el mundo exterior de ningún modo es percibido o solo lo es ineficazmente.”(…) Ahora bien, en la Amentia no solo se rehúsa la acogida de nuevas percepciones, sino también se quita la significación (Bedeutung) (investidura) [1] (Besetzung) que hasta el momento representaba (vertrat)  al mundo exterior como su reflejo (Abbild); en el yo se crea de forma presuntuosa y autosuficiente (selbstherrlich) un nuevo mundo exterior e interior, y hay dos hechos indudables: que este mundo nuevo es construido de acuerdo con los impulsos de deseo del ello y que el motivo por el que deja de integrarse  con el   mundo exterior, es un grave –y al parecer, insoportable- rehusamiento de un deseo (Wunschversagung)  por parte de la realidad. El parentesco interno de esta psicosis con el sueño normal no se puede desconocer. Ahora bien, la condición del soñar es el estado del dormir, uno de cuyos caracteres es el apartamiento (Abwendung)  pleno entre percepción y mundo exterior.

Como lo enuncia Freud en las primeras líneas de este texto, retoma consideraciones trabajadas en su escrito El yo y el ello, para aplicarlas, en un principio, a establecer la diferencia entre neurosis y psicosis. Pero también, sobre el final brinda dos señalamientos que serán de suma importancia hasta el final de su obra: por un lado, en el párrafo (7) propone un campo nuevo de investigación que permita pensar de qué manera el yo logra escapar, sin enfermar, de los conflictos y exigencias que se le imponen, teniendo en cuenta las circunstancias económicas y que “yo tendrá la posibilidad de evitar la ruptura hacia cualquiera de los lados, deformándose a sí mismo, tolerando menoscabos a su unidad, eventualmente hendiéndose y partiéndose”. Por otro lado, en el párrafo final, nos introduce un nuevo interrogante: “cuál será el mecanismo /análogo a una represión/ a través del cual el Yo se desprende del mundo exterior”. El camino que Freud había inaugurado con el giro de 1920 encuentra entonces, con estos dos señalamientos, una orientación que desembocará, hacia el final de su obra, en los dos conceptos que redefinirán la estructura del sujeto del inconsciente: escisión y desmentida.

Hasta aquí entonces, referencias a la Amentia de Meynert, en donde Freud sigue una lógica que dice que por un lado, el yo rompe el vínculo con la realidad, se desprende de ella, se suelta del mundo exterior. Por otro lado, el mecanismo, entre verwerfen, verleugnung y verdrangung, desestima (forclusión), desmentida y represión. La comparación entre la Amentia y el sueño es constante porque le interesa indagar sobre ese apartamiento total de la realidad. La pregunta del “complemento psicológico” insiste: cómo es posible cancelar el examen de realidad? Por qué encontramos sujetos que se desprenden de la realidad, hasta en formas extremas, como en la Amentia?
A partir de aquí se produce un largo silencio en la obra de Freud respecto al cuadro descripto por Meynert, y habrá que esperar al final de su obra para volver a encontrar la última referencia en su “Esquema de psicoanálisis”. Allí encontramos un giro novedoso en el párrafo 11, del capítulo 8 de la tercera parte del texto:

“El problema de la psicosis sería simple y transparente si el desprendimiento (Ablösung) del yo respecto a la realidad fuera en su totalidad factible. Pero parece que eso rara vez ocurre, o tal vez nunca. Incluso de estados que están tan alejados de la realidad el mundo exterior como una confusión alucinatoria (Amentia)  uno se entera por la comunicación de los enfermos después de su recuperación, que en aquel momento en un rincón de su alma -tal como se expresan- se escondía una persona normal que veía pasar ante sí la fantasmagoría de la enfermedad como un observador no involucrado”


En esta última referencia a la Amentia en su obra, en el Esquema, ya no se trata de la represión y del apartamiento total de la realidad, sino de desmentida y escisión. Por qué tantos años de silencia en torno a esta referencia, que vuelve a aparecer al final de su obra? Por un lado, el giro de 1920 con la aparición del concepto de pulsión de muerte y el problema económico concomitante, que requirió una revisión de la conceptualización del aparato psíquico y la aparición de la segunda tópica, junto a una nueva definición del inconsciente. Por otro lado, en 1923, con la Organización genital infantil, la fase del primado del falo señala que el representante psíquico de esa fuente de saber sexual traumática es el mismo falo pues no tiene equivalente y, en tanto tal, remite a la castración.(…) Aparece, pues, el eje de la cuestión: la castración. Será la investigación sobre el fetichismo lo que le dará la posibilidad de encontrar que la desmentida implica una spaltung del Yo. Dos actitudes opuestas, reconocimiento y no reconocimiento de la castración, que se producen “al mismo tiempo”.
Dice Freud en “El esquema…”:

Retomemos nuestra indicación de que el yo infantil, //bajo el dominio del mundo real(V)//, tramita unas exigencias pulsionales desagradables mediante las llamadas represiones. Completémosla ahora con la nueva comprobación de que en la misma época de su vida el yo se encuentra con frecuencia en la situación de defenderse de una exigencia del mundo exterior que es sentida como penosa, cosa que logra mediante la desmentida de las percepciones que lo informan de esa exigencia de la realidad. Tales desmentidas ocurren con frecuencia no sólo entre los fetichistas; cada vez que logramos estudiarlas resultan ser medidas de alcance parcial, tentativas incompletas para desprenderse[1] de la realidad. El rechazo[2] siempre se complementa con un reconocimiento[3]; siempre se establecen dos posiciones opuestas, independientes entre sí, que dan por resultado una escisión del yo.

Freud al final de su obra, va más allá de la psicopatología, “incluso de la amentia”, y demuestra una escisión en neurosis, psicosis y perversión. La desmentida, implica, una negación radical, tal como sostiene Lacan, que afecta lo que viene de lo real. El sujeto, en el encuentro con lo real se hiende, y esa hendidura se ubica en el núcleo de nuestro ser. Aquella interrogación de 1920 sobre la reacción frente al peligro exterior entrañaba una ruptura que le abría paso a algo que no se podía ya reducir al campo del principio del placer. La ruptura de la protección antiestímulo divide el espacio dejando ver su carácter heterogéneo. La realidad es la realidad de la castración: cuando se consuma el nudo entre el dicho de la amenaza y el recuerdo, como huella inscripta de lo que fue percibido. Ya no se trata solamente de “pérdida de la realidad” sino de desmentida, y spaltung del Ich, es decir, de la pérdida de la unidad del yo.


[1] Ablösung
[2] Ablehnung
[3] Anerkennung

sábado, 21 de abril de 2018

Recuerdos de Freud (1936)-Lou Andreas Salomé-

Recuerdos de Freud (1936)-Lou Andreas Salomé- 

Recuerdos de Freud (1936)

Lou Andreas Salomé

Cuando de regreso a casa, después de una estancia en Suecia, me encontré delante de Freud en el congreso psicoanalítico de Weimar en otoño de 1911, se rió mucho de mí por la vehemencia con que me empeñaba en querer aprender su psicoanálisis, porque por entonces todavía nadie pensaba en institutos de enseñanza, como los que después se planearon en Berlín y Viena para hacerse cargo de las nuevas generaciones. Cuando posteriormente acudí a él en Viena, luego de medio año de estudio preliminar autodidáctico, se rió aún más cordialmente de mí, al comunicarle, con toda ingenuidad, que además tenía intención de trabajar con Alfred Adler, quien entretanto se había convertido en su mortal enemigo (1). De buen grado dio su consentimiento, bajo la condición que no se hablara ni de él allí, ni de allá en su círculo. Hasta tal punto se cumplió esta condición, que Freud no se enteró sino al cabo de varios meses de mi separación del grupo de trabajo de Adler. Pero lo que me gustaría relatar no se refiere a ningún tipo de formación teórica, ya que ni la más fascinante de las teorías habría podido distraerme de lo que los hallazgos de Freud contenían. Cuando uno piensa en su «encontrar», se echa de ver que una distracción no habría podido ocasionarla ni el más brillante teorizador de estos hallazgos, ni se habría visto ello desmedrado por una teoría fracasada o inconclusa del propio Freud al respecto. Las teorías -y en aquel entonces las había en proceso de formación- tenían para él el valor de instrumentos imprescindibles de entendimiento entre los colaboradores, y allí donde él mismo las forjó, mostraban, por supuesto, el carácter de su manera de pensar, científica y personalmente comprometida con la más rigurosa objetividad. Pero si pretendiera yo emprender la descripción de qué fue lo que conducía su pensamiento a sus hallazgos, volvería a reírse de mí por tercera vez, ya que en nada sería eso más fácil que determinar lo que haya de específico, en carne y hueso, en una mano que pinta o en unos dedos que modelan. Aquello ocurría, por lo demás, delante de algo, a saber, ante la expresión instantánea de un ser humano viviente: con una mirada para la cual nada podía ser tan aislado o de vida tan fugaz que no se le abriese, se le revelara como expresión total de humanidad. En lugar de un darle vueltas en el pensamiento -por profundo o ingenioso que fuese se daba aquí la disposición de entrega a lo más exacto, a lo cual los seres humanos tenemos que atenernos nosotros mismos en cuanto únicos y finitamente condicionados, y que, precisamente por ello, sólo se nos hace inteligible y real por esta puerta de escape.
En una de las primeras sesiones vespertinas de trabajo (a la que el año anterior había concurrido por primera vez una participante femenina) Freud aludió, como introducción, a la necesidad de hablar sin contemplaciones ni miramientos sobre temas, por su materia u otros motivos, mal reputados, que eran precisamente los que estaban en cuestión. En broma -con una de aquellas pequeñas delicadezas cordiales de las que sabía valerse agregó: «como de costumbre, tendremos una jornada mala y dura.... con la diferencia, ahora, de que contamos entre nosotros con un domingo». La palabra «domingo» me resultó luego a menudo atingente con relación a él mismo y su mirada, que es la que quería intentar describir: a saber, en relación con la materialidad y la riqueza que ella daba; por muy repelente y espantosa que fuese en ocasiones, para mí estuvo siempre presente, detrás del ajetreo de la semana, lo dominical. En momentos en que él mismo experimentaba repugnancia, me expresó su asombro de que a pesar de todo yo siguiese tan profundamente fiel a su psicoanálisis: «porque yo no enseño otra cosa que a lavar la ropa sucia de otra gente».
Recuerdos de Freud (1936)-Lou Andreas Salomé- Página 2 de 4
Ropa planchada y mecánicamente alisada en los armarios, por cierto que ya se conocía antes de él. Pero aquello que hasta de la más usada se podía llegar a saber, fuese la más ajena o la más propia, no quedaba limitado a una pieza de ropa blanca, sino que superaba su carácter de pieza y su valor de pieza, para verse transformado vivencialmente.
Así, al desnudar hasta lo más repelente, lo más intimidante, la mirada no descansaba en ello en cuanto tal. Así lo expresó Freud una vez que hablábamos de algo por el estilo y él -sin reírse ya de mí constató con incrédulo asombro: «Incluso las cosas más espantosas sobre las que conversamos, usted las mira como si fueran Navidad.»
De nuestro último encuentro personal -en 1928- nada me ha quedado ante los ojos con colores tan fuertes como los grandes bancales de pensamientos en el palacete de Tegel, que, trasplantados del verano para el año siguiente, esperaban pacientemente floreciendo: en medio del otoño ya avanzado y de los árboles que se deshojaban. Uno descansaba literalmente al mirar su esperanzado esplendor de verano a verano, y el tono infinitamente diverso de sus colores, en rojo oscuro y azul y amarillo claro. Freud me cortó en cierta ocasión él mismo un ramillete, antes de uno de nuestros viajes casi diarios a Berlín, que yo quería empalmar con una visita a Helene Klingenberg.
Entonces, y a pesar de las dificultades de Freud para hablar y oír, surgían aún diálogos de aquella especie inolvidable de antes de sus largos años de sufrimiento (2). En esas ocasiones hablábamos todavía a veces de 1912, el año de mis estudios psicoanalíticos, cuando en mi hotel tenía que dejar siempre la dirección donde estuviera en ese momento, para, en el caso de tener Freud tiempo libre, acudir lo más rápidamente posible desde donde quiera que fuese. Una vez, poco antes de uno de estos encuentros, había caído en sus manos el Himno a la vida de Nietzsche: mi Oración a la vida, escrita en Zurich, a la que Nietzsche había puesto música con algunas modificaciones. El gusto de estas cosas iba muy poco con Freud; no podía gustarle a la enfática sobriedad de su expresión lo que una criatura en su primera juventud -ni experimentada ni sometida a prueba- hubiese podido permitirse, con toda justicia, de entusiásticas exageraciones. Alegre y amistosamente, en el mejor de los humores, leyó en voz alta los últimos versos:
«Jahrtausende zu denken und zu leben Wirf deinen Inhalt voll hinein! Hast du kein Glück melir übrig, mir zu geben, Wolilan - noch hast du deine Pein.. . » (3)
Plegó la hoja, golpeó con ella el respaldo del sillón, y dijo: «¡No! Sabe usted, por ahí no pasaría. ¡Me basta y me sobra un buen catarro crónico para curarme de semejantes deseos!»
En aquel otoño en Tegel volvimos a hablar de esto. ¿Se acordaba todavía de la conversación de hacía tantos años? Sí, claro que se acordaba, e incluso de lo que habíamos seguido hablando después. No sé por qué le hice la pregunta: dentro de mí horadaba el saber de los años espantosos, difíciles y terribles que venía sufriendo, años durante los cuales todos los que le rodeábamos, todos, todos, estábamos obligados a preguntarnos qué es lo que serían capaces de aguantar todavía las fuerzas humanas. Y entonces sucedió algo que ni yo misma comprendí, algo que ya no hubo fuerza alguna que pudiera retener, lo que se me escapó de entre los labios temblorosos, en protesta contra su destino y su martirio:
-Aquello que yo una vez parloteé en mi entusiasmo, ¡usted lo ha hecho!
Recuerdos de Freud (1936)-Lou Andreas Salomé- Página 3 de 4
Después de lo cual, «espantada» por la franqueza de mi alusión, me eché a llorar ruidosa e incontroladamente. Freud no respondió. Sólo sentí su brazo alrededor de mí.
Notas y comentarios de Ernst Pfeiffer
(1)- Trabajar con Alfred Adler, quien entretanto se había convertido en su mortal enemigo: Alfred Adler, 1870-1937, médico vienés, fue primero colaborador de Sigmund Freud, pero fue apartándose luego cada vez más de él -comenzando con una publicación sobre la inferioridad orgánica, 1907, hasta llegar a ser el fundador de la llamada psicología individual. La carta de Freud del 4 de noviembre de 1912, en la cual da respuesta a la petición de Lou A.-S., caracteriza tanto la situación en ese momento como al propio Freud.
Los motivos por los cuales Lou A.-S. se decidió luego por Freud y contra Adler, los ha expresado ella misma en una carta a Alfred Adler, el 12 de agosto de 1913. Esta carta puede también, como un preliminar para las consideraciones sobre Freud que se formulan aquí en el «Compendio», facilitar el acceso a éstas.
«Hace tiempo que quería escribirle, para formular, al menos en esbozo, algunas cosas que entiendo actualmente de manera diferente que el verano pasado, cuando le escribí a usted por primera vez. ¿Recuerda usted que entonces hice mención de cómo, pese a mi divergencia teórica con Freud (que yo tenía por más esencial de lo que ha resultado ser), iba sin embargo muy lejos con él sin que ello me perturbara? Esto me parece ahora caracterizar toda la situación; porque ahora tengo la impresión de que toda la disputa teorética en torno a Freud es, en más de un respecto, un malentendido que no podrá solventarse por el simple contraste de teorías. No hay duda de que mis intereses apuntaban ya de partida en semejante dirección, y en un principio estas cosas sólo cobraron para mí importancia por la cuestión de su ordenamiento filosófico. Pero eso es casi lo más hermoso de lo que he aprendido con Freud: la alegría siempre renovada y ahondada ante los hechos mismos de sus descubrimientos, alegría que me ha seguido acompañando siempre y que me ha vuelto a colocar siempre ante un nuevo comienzo. Porque en su caso no se trata nunca del coleccionar y descubrir detalles «de material» que sólo cobrarían su dignidad a raíz de una discusión filosófica sobre ellos; lo que ha desenterrado no han sido ni viejas piedras ni cachivaches, sino que en todo ello estamos nosotros mismos, y por eso las perspectivas que encierra de manera inmediata para nosotros no son, tampoco filosóficamente, menos decisivas que para el niño, por ejemplo, las vivencias ante las que aprende a decir por primera vez «¡Yo!». Si lo que Freud ha investigado fuese sometido a una fórmula general, se lo resumiera en una síntesis abstracta interpretada de una manera algo distinta a la anterior, ni mejoraría de manera decisiva ni cambiaría en su ser. Sería más o menos como si, al investigar el altruismo, conviniese uno, y con razón, en que incluso aquél es sólo egoísmo; ciertamente, pero para investigarlo habría que hacer de inmediato nuevas subdivisiones, habría que articular y distinguir, de manera que, pese a esta unificación, de agujeros necesariamente demasiado anchos en la práctica, al pescar en las profundidades del alma humana quede en la red aquello que pueda significar para nuestra experiencia un elemento nuevo sobre ella.
Es claro que para usted no es de ninguna manera lo principal la reducción de todo y cualquier cosa a una fórmula [instinto de poder, «protesta masculina»], sino su fundamentación por medio del sentimiento de inferioridad y su sustentación a través de lo orgánico. ... Psicoanalíticamente, sin embargo, no llego yo a reconciliarme con el sentimiento de inferioridad proveniente de lo orgánico, en cuanto sentimiento psíquico fundamental, y esto tiene una justificaci6n filosófica. Pues, a nuestros ojos, lo orgánico como tal ni explica ni condiciona lo psíquico, sino
Recuerdos de Freud (1936)-Lou Andreas Salomé- Página 4 de 4
que en cierto modo sólo lo representa (como, a la inversa, también esto a aquello), y por eso, aunque la representación parezca tan completa y comprobable, pienso que con ella no se habría descubierto ni derivado nada de lo que sucede psíquicamente, tan poco como en el caso contrario. Pero poder dejar que subsista este enigma, esta oscuridad, esta X, es el derecho que la psicología tiene sobre su método y su instrumento más propio; al margen de lo que al respecto pueda predicarse gnoseológicamente, la psicología avanza por su camino, como lo hace también, libre de toda influencia, la ciencia natural. Pero si ni psíquica ni somáticamente deja que se le adjudique una prioridad, no acierto a comprender en razón de qué lo psíquico -como nacido de una falta y mantenido por medio de ficciones y manipulaciones artificiales- vendría a caer en posición tan negativa. Es cierto que hay ansias de poder por razones de impotencia, pero sencillamente porque por pulsión de poder, o comoquiera que por el momento llamemos al asunto, entendemos el sinónimo de la vida en general, que se impone en todas partes, aun en caminos recónditos, como lo eternamente ¡mutable. Pero que ésta no sólo se complazca en imágenes constantemente cambiantes de sí misma, en ficciones y en símbolos, sino que haya de ser también un puro espejismo sobre un vacío, la negación de una negación, no es cosa que me resulte clara. Esto ya se lo expuse en la primera velada con usted, en la mesa del té, al solicitarle, en broma, que "hiciese el favor de interpretar lo ´femenino´ de una manera más positiva" [frente a la fórmula de la 'protesta masculina'] y aun hoy me parece el 'medio femenino', a pesar de sus argumentos en aquella ocasión, como aquello que, en la ´aseguración secundaria´, muestra su zarpa como lo instintivamente fundamental (no su ficticia patita de terciopelo, sino más bien enmascarada como tal). Y con esto vuelvo al comienzo: al Inc. [inconsciente] de Freud, y a los motivos por los cuales su 'cavar' por debajo de aquél -a saber, por debajo de todos estos fenómenos que yo tengo por positivos- se me antoja mucho más decisivo que todo elucubrar sobre ello.»
(2) sus largos años de sufrimientos: Los «años de sufrimientos» comenzaron en 1923, al diagnosticársele un cáncer de mandíbula, y concluyeron en 1939, después de muchas operaciones, con la muerte. Ver la correspondencia Lou A.-S./Sigmund Freud, y sobre todo Ernest Jones, Biografía de Freud, tomo III.
(3) “Para pensar/ para vivir milenios/ vuelca de lleno todo lo que traes!/Si no tienes más fortuna ya que darme,/ Enhora buena – aún tienes tu dolor...”
Texto: Mirada Retrospectiva – compendio de algunos recuerdos de la vida- Lou Andreas Salomé- Alianza Editorial- Cuarta edición Alianza Tres, 1984; Madrid; págs: 149-152 y notas págs: 276-279 Traducción Alejandro Venegas
Fuente: con-versiones.com

sábado, 10 de febrero de 2018

LINK DONDE ENCONTRAR LOS MANUSCRITOS DE FREUD

https://www.loc.gov/collections/sigmund-freud-papers/about-this-collection/




About this Collection

Digitization of this collection was made possible by The Polonsky Foundation.
The papers of psychoanalyst Sigmund Freud (1856-1939) span the years from about the 6th century B.C.E. (a small Greek statue) to 1998, with the bulk of material dating from 1871 to 1939. The digitized collection documents Freud's founding of psychoanalysis, the maturation of psychoanalytic theory, the refinement of its clinical technique, and the proliferation of its adherents and critics. Many facets of Freud's life and work are reflected, including his early medical and clinical training; his relationship with family, friends, colleagues, students, and patients; his association with early psychoanalytic societies; his perspectives on analytical training; and his numerous writings.
The physical collection, consisting in its entirety of 48,600 items, is located in the Library of Congress Manuscript Division and is organized in ten series as described in the collection's finding aid (PDF and HTML), updated with links to the digital content. The collection material is mostly in German, with some English and French. The digital edition comprises the contents of more than two thousand folders. Digitized in their entirety are those series described below containing papers that Freud or members of his family would have either created or owned. Also available digitally are interviews conducted by K. R. Eissler, a founder of the Sigmund Freud Archives (SFA), with Freud's associates, patients, and family members from the 1950s to the 1970s. Early interest in a digital edition of the Freud Papers and ongoing counsel from the SFA helped bring this digital project to fruition.
Omitted from the digital edition is the largely posthumous, supplemental material about Freud's life found in the Supplemental File series and parts of the Addition and Oversize series. Original items in the Closed series have also not been digitized. However, photocopies of most of these closed items, with patients' names redacted, are included among the items digitized in four of the open series, Family Papers, General Correspondence, Subject File, and Writings.
For additional background on the collection's provenance, see the Brief History of the Collection under the Articles and Essays tab.

Description of Series

Family Papers, 1851-1978

Correspondence, legal documents, estate records, writings, school records, immigration papers, certificates, genealogical data, a photograph, and printed matter documenting the lives and relationships of members of the Freud and Bernays families. Divided into three subseries, each arranged alphabetically therein by name of family member: Correspondence with Freud, Correspondence between Others, and a Subject File.
The Correspondence with Freud subseries consists of letters exchanged between Freud and family members including his mother Amalia Freud, his wife Martha Freud, and their children Ernst L. Freud, Martin Freud, Mathilde Freud Hollitscher, Oliver Freud, Sophie Freud Halberstadt, and Anna Freud, the only one of Sigmund Freud's children to become a psychoanalyst. Also included are letters to and from his sisters, brothers, nieces, nephews, grandchildren, and in-laws, including his sister-in-law and confidante Minna Bernays. Correspondence written by family members to people other than Freud are filed in the Correspondence between Others subseries. Also included in this subseries is correspondence between family members and with persons outside the family. Finally, the Subject File subseries contains legal documents, certificates, estate records, school records, writings, and printed matter documenting the lives of individual family members.

General Correspondence, 1871-1996

Correspondence including original letters, photocopies, transcripts, translations, and related background material between Sigmund Freud and his friends, professional associates, students, patients, and the public. Arranged alphabetically by name of correspondent and therein chronologically. Unidentified correspondence is filed at the end of the series.
Nearly six hundred correspondents are represented in the series. At times, their correspondence is limited to a single letter to or from Freud. In other cases, the correspondence is extensive, revealing Freud as a prolific correspondent who frequently chastised others for a lack of similar diligence. Included is correspondence with Karl Abraham, Alfred Adler, Franz Alexander, A. A. Brill, M. Eitingon, Sándor Ferenczi, Wilhelm Fliess, Eduard Hitschmann, Ernest Jones, C. G. Jung, Oskar Pfister, Otto Rank, Theodor Reik, Hanns Sachs, Ernst Simmel, Wilhelm Stekel, and Edoardo Weiss, among many others.
Prominent women in the field represented in the series include Lou Andreas-Salomé, Ruth Mack Brunswick, Emma Eckstein, Jeanne Lampl-de Groot, and Joan Riviere. Notable among Freud's patients with whom he corresponded is Sergius Pankejeff whom Freud referred to as the "Wolf-Man." Other prominent correspondents include Albert Einstein with whom Freud corresponded on the nature of war, Carl Koller who shared Freud's interest in the medical uses of cocaine, and novelist and essayist Thomas Mann.

Subject File, 1856-1988

School, university, and military records; patient case files and record book; calendars; notes and notebooks; birth, citizenship, and marriage certificates; biographical data; birthday greetings; condolence letters; photocopies of book annotations and marginalia; financial and estate records; wills; and clippings and other printed matter. Arranged alphabetically by name of organization or institution, subject, or type of material and therein chronologically.
The Subject File series contains a wide variety of records documenting many aspects of Freud's life. It includes patient case files from the Allgemeines Krankenhaus in Vienna and the Bellevue Sanatorium in Kreuzlingen, Switzerland, largely during the 1880s. Copies of book annotations and marginalia by Freud and others provide glimpses into the development of psychoanalytic theory. Freud's career is highlighted in a large file of newspaper and magazine clippings as well as material concerning the Goethe Prize he received in 1930 and the Nobel Prize which he coveted but never received. Calendars kept by Freud record his daily activities from 1916 to 1918. Freud's early life is documented by biographical data, birth and marriage certificates, and gymnasium, university, and military records. His departure from Nazi-controlled Austria and immigration to London in 1938 is tracked through American diplomatic cables and newspaper clippings. The series also contains letters and telegrams written on his death just over a year after his arrival in England.

Writings, 1877-1985

Writings by Freud, including holograph manuscripts, typescripts, galley proofs, printed publications, and photocopies. Arranged chronologically largely by year of first publication and therein according to the bibliographic sequence established by James Strachey in Indexes and Bibliographies, volume 24 of The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud(London: Hogarth Press and Institute of Psycho-analysis, 1974) and, for works published after 1974, by Ingeborg Meyer-Palmedo and Gerhard Fichtner, Freud-Bibliographie mit Werkkonkordanz (Frankfurt am Main: S. Fischer Verlag, 1989). Because of the large format of many of these items, the material has been filed in the Oversize series.
The writings range chronologically from an 1877 article on Freud's early research on eels to portions of his last major work, Der Mann Moses und die monotheistische Religion, published shortly before his death. Included in the series are articles, case histories, portions of books, published letters, lecture notes, prefaces, introductions, a travel journal, chronologies, obituaries, bibliographic notes, and casual jottings.

Interviews and Recollections, 1914-1998

Interviews with Freud associates, patients, and family members conducted by K. R. Eissler, a founder and longtime secretary of the Sigmund Freud Archives, and recollections about Freud contained in correspondence, writings, and notes sent to or collected by Eissler. Arranged in two parts: Set A contains interviews and recollections that opened in the years prior to 2016, and Set B contains interviews that became fully opened in October 2016. Material within each set is organized as interviews and recollections and alphabetically therein by name of individual.
Most of the interviews date from the 1950s. Included are transcripts, some with corrections by the interviewee, and summaries of interviews, usually made when the subject requested that the interview not be tape recorded. Among those interviewed by Eissler are family members Anna Freud Bernays, Anna Freud, Ernestine Drucker Freud, Harry Freud, Oliver Freud, and Judith Bernays Heller; prominent associates such as Franz Alexander, Ludwig Binswanger, Felix Deutsch, Max Graf, Eduard Hitschmann, Edith Banfield Jackson, Ludwig Jekels, C. G. Jung, Oskar Pfister, Theodor Reik, Joan Riviere, Philipp Sarasin, Hermann Swoboda, and Edoardo Weiss; and patients including Sergius Pankejeff. Also included in the series are recollections about Freud contained in letters, writings, and notes either addressed to or collected by Eissler.

Addition, 1912-1983

Correspondence, exhibit material, photographs, a case history, an index, lists, and printed matter. Arranged in groupings that correspond to other series in the collection and therein alphabetically by name of person or organization, topic, or type of material.
Digitized within this series are photocopies of Freud's correspondence with writer Arnold Zweig, derestricted in 2010 and filed in the Addition rather than in the General Correspondence series because of the volume of the material. The legibility of the photocopies varies considerably. Omitted from the digital edition is posthumous, supplemental material about Freud's life and work.

Artifacts and Paintings, Circa 6th Century B.C.E.-1936

Pocket watch, a small Greek statue, and an oil portrait painting of Freud. Arranged by type of material.
The series contains Freud's pocket watch which he gave to his personal physician Max Schur and a small Greek statue which Freud kept on his desk and later gave to Angelika Frink. Presented here are photographs of both artifacts from multiple views. Also included are photographs of an original oil portrait of Freud by Wilhelm Victor Krausz contained in the collection.

Oversize, 1859-1985

Writings, university and military records, legal documents, correspondence, patient case files, notes, exhibit material, newspaper clippings, family tree, sketch, photograph, and map and chart. Arranged and described according to the series, containers, and folders from which the items were removed.
This series contains material removed from its original series because of its large physical size. Included are items from the Family Papers, General Correspondence, Subject File, and Writings series. The bulk of the series consists of Freud's writings which are housed in their entirety in this series because of their large format.  Omitted from the digital edition is the posthumous material from the Supplemental File series.