SOBRE “TODO LO QUE NECESITAS SABER
SOBRE PSICOANÁLISIS”
A esta altura del nuevo siglo, ya
podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que Buenos Aires es la capital
mundial del psicoanálisis. Su cantidad de practicantes, instituciones,
congresos y publicaciones a lo largo de los años dan cuenta de ello. No extraña
entonces que en nuestro país continúen apareciendo libros de divulgación de
esta praxis que ya tiene más de cien años y que Freud ha introducido de lleno
en la cultura occidental. Sin embargo, la divulgación del psicoanálisis, ha
sido y sigue siendo un tema controversial. Basta recordar la anécdota que
motiva el escrito “Psicoanálisis
silvestre” que Freud publicara en 1910: una paciente llega a la consulta
derivada por un médico que luego de diagnosticar sus ataques de angustia --que
habían comenzado tras la separación con su marido- le dijo que la causa era de
origen sexual, y que le recomendaba, basándose en el psicoanálisis, que se
buscara un amante, se masturbara o se reconciliara con su esposo. No está de
más recordar también, para tomar al otro gran referente de esta práctica, que
Lacan no se cansaba de repetir durante sus seminarios que sus discípulos no se
apresuraran en “comprender demasiado rápido” todo lo que él les transmitía. Es
que entender algo de la práctica psicoanalítica no depende ni de la
inteligencia ni de la erudición, sino de dedicar tiempo, mucho tiempo, al
estudio y al análisis personal fundamentalmente.
Qué hacer con la divulgación del
psicoanálisis entonces? Esa divulgación
que por obvios motivos fue tan estratégicamente necesaria para Freud en las
primeras décadas del siglo XX, pero que siempre está al borde del reduccionismo
sin sentido y también de la vulgaridad.
Hace pocos meses, sin ir más lejos,
ha salido publicado por Paidós en la colección “Todo saber” un nuevo libro
titulado “Todo lo que necesitás saber
sobre psicoanálisis”, -título temerario si los hay- que nos devuelve al
controversial tema. Y la primera controversia surge con su nombre. Cualquier
analista de marketing puede alegar que para el lector no iniciado en el
psicoanálisis este suena muy tentador, a pesar de que con sólo mirar el
ejemplar de reojo, cualquier psicoanalista, fundamentalmente el seguidor de
Lacan, no podría dejar de sentir un escalofrío en su espalda, al leer ese
“Todo”, que Lacan siempre nombro como imposible (algunos afirman que la
metonimia “todo-necesitás-saber-psicoanálisis”
causó incluso algunas exageradas risas socarronas que fueron difíciles de
disimular, cuando no indignación o incluso asombro). Como para confirmar lo por
lo menos polémico del título, apenas iniciado el libro, en el prólogo, la
autora se apresura en avisar casi como pidiendo disculpas o anticipándose a
lógicos cuestionamientos, que en psicoanálisis no podemos hablar de un Todo.
El arranque se torna entonces un tanto resbaladizo, pero se hace pantanoso cuando
renglón siguiente afirma, casi desafiante, que la divulgación del psicoanálisis
siempre quedó en manos de quienes simplifican los conceptos y que su empeño (el
de escribir el libro, se entiende) entonces obedece al estado actual de
divulgación de la teoría. Para agregar más confusión al asunto, el prólogo (y
en las tierras de Borges..!) finaliza con la aclaración de que los únicos
nombrados serán Freud, Lacan, Miller y Laurent, y que su anhelo es trascender
la “capilla analítica”. Llenas de seculares anhelos y sin monaguillos
argentinos citados, las únicas referencias en las terrenales páginas serán,
entonces, los cuatro europeos del apocalipsis.
Adentrándonos ya en el libro, la
sorpresa es mayor. Con una diagramación que intenta ser moderna e imitar tal
vez un modo “actual” de leer en dispositivos electrónicos, cada capítulo
comienza con una especie de copete de presentación que recuerda más a los manuales
escolares de los años ´90 (aquellos que con pretensiones de modernidad querían
imitar el formato digital que recién comenzaba a popularizarse en aquella
época), con recuadros con información sobre el tema a tratar y con pequeños
apartados que comienzan siempre con un “Sabías qué…?” que nos trae a la memoria
aquellas inolvidables páginas de la revista Billiken o Anteojito en donde al
lado de la nota de los dinosaurios nos iluminaban con frases como “¿Sabías que…
los dinosaurios tenían cuatro patas y se extinguieron hace millones de años?”. Luego
nos ocuparemos del problema de a quién está dirigido el libro, cuestión que
suele justificar las cosas más absurdas. El punto es que si el tema era no
simplificar los conceptos, el modo de presentar los temas es el menos
conveniente, sin dudas. La prueba está en que cada capítulo termina con un
recuadro titulado “En pocas palabras” que intenta resumir lo dicho. Y entonces
nos encontramos con frases dignas de revistas domingueras: “Las pulsiones son
aquello que experimentamos como impulsos que no siempre buscan el bien” o aquella
otra, propia de un aforismo de Narosky, que dice “La felicidad es episódica,
parcial y transitoria… como la vida misma”. En el otro extremo encontramos
aquella que cierra el capítulo “No hay relación sexual”, que concluye con “En
pocas palabras: el amor recubre la ausencia de relación sexual y los síntomas
están en el lugar en que esta no se inscribe”. Podemos imaginar la confusión
del lector lego ante semejantes palabras… y es que este es unos de los defectos
mayores del libro: un estilo irregular en donde se pasa de lo burdo a la frase
enigmática sin miramientos. Y esto nos mete de lleno en la cuestión antes
anunciada. Porque si nos preguntamos a quién está dirigido el libro, se nos
presenta la duda sobre si busca un lector adolescente, o un ya iniciado en
lecturas del ámbito psi o algún filósofo de café de esos que abundan en nuestra
ciudad. Pero creo que la pregunta más interesante sería la del “para qué?”, para
qué escribir un libro así? Tal vez el propio libro tenga la respuesta, cuando
ya terminando, en el capítulo 48 titulado “La violencia en el siglo” nos dice:
“la tiranía del mercado introduce la siguiente disyunción: estar allí o no
existir”. Disyunción falsa, claro está, pero que el libro lleva adelante al
intentar una divulgación -que termina siendo muy vulgar- con el solo fin de
estar, existir, y aparecer en las primeras planas de las estanterías de las
librerías junto a libros de cocina, novelas rosa y libros de autoayuda. Está
claro que el psicoanálisis no necesita adentrarse en esa lógica capitalista
para existir -aunque hay que reconocer que un minuto de fama puede hacer
multiplicar los llamados en cualquier consultorio.
Una oportunidad desperdiciada, un
intento más que fallido de hacer algo serio, cuyo resultado final nos hace
imaginar algún capítulo de Los Simpson
en donde aparezca aquel famoso personaje diciendo “Hola! Soy Troy McClure, tal
vez me recuerden por mis documentales educativos como Pájaros, nuestros colegas con plumas o Paren al mundo que Freud se quiere bajar, hoy vengo a decirles todo
lo que usted necesita saber sobre psicoanálisis…”
Tal vez un día se pueda escribir un
libro de divulgación mejor, sin que esté atado a las leyes del mercado. En todo
caso, antes de pensar de qué modo simple y atrayente verter conceptos de
extrema complejidad haya otras cuestiones que resolver. Se podría pensar y
discutir, quizá, los diferentes efectos que tuvieron los estilos de Freud y de
Lacan, y por qué no los de Klein y Winnicott, cómo usaron las palabras, cómo
construyeron neologismos (tal vez la cuestión más importante), e incluso, que
hayan escrito en alemán, francés o inglés, lo que a nosotros nos introduce en
la interesante cuestión de cómo fueron traducidos al castellano. Quién sabe?? (si, nadie tiene todo el saber)
tal vez algún día alguna gran institución psicoanalítica organice un congreso para
discutir el tema y destine lo recaudado a la publicación de un ejemplar de
divulgación digno del psicoanálisis.
Lionel F. Klimkiewicz
No hay comentarios:
Publicar un comentario