Era de noche y la quietud de las calles del pueblo
contrastaba con el ánimo de Isabela. Faltaban apenas dos días para el baile de
carnaval y por su cabeza pasaban pensamientos que no la dejaban en paz. Había
esperado con ansias esas vacaciones de verano en la casa de sus abuelos desde
el año anterior, cuando conoció a ese joven que le hizo sentir por primera vez
el amor. Pero ahora, a poco de volver a tenerlo frente suyo estaba desesperada,
angustiada. Sabía que él había venido ese fin de semana especialmente para los
bailes. Ya se lo había cruzado esa mañana por la calle y habían cambiado unas
pocas palabras.
Pero ahora no sabía qué hacer. Había pasado todo el
día pensando cómo iba a ser su disfraz y
nada la convencía. Quería poder encontrar el modo de sentirse lo suficientemente
especial, para que él se fijara nuevamente en ella, pero todo atuendo que se
probaba la hacía sentir ridícula, incapaz de provocarle el menor sentimiento a
alguien.
Así se sentía cuando salió al jardín donde estaban sus
abuelos, disfrutando del brillo de la luna -algo que para Isabela en esos
momentos era imposible de hacer.
-¿Qué pasa mi chiquita que tiene esa cara?-Preguntó
con sorpresa la abuela, y agregó-: Siéntese con nosotros y cuente nomás, que
cuando la luna brilla así todos los problemas se aclaran…
-¡¿Qué me va a pasar?! En dos días es el baile y yo no
encuentro de qué disfrazarme! Todo me queda mal, todo me queda horrible…
-Ponete el disfraz que te trajiste, ¿Acaso no lo
compraste especialmente?-preguntó el abuelo.
-¡Ni loca me lo pongo! Ya me enteré que Manuela tiene
uno igual.¡ Lo que me falta! ¡Llegar y encontrarme con otra que se puso lo
mismo que yo! Después de eso, el suicidio…
-Lo peor no sería eso, sino que te disfraces de vos
misma y nadie te reconozca…
-¡No estoy para chistes abuelo! Lo mejor que puedo
hacer es no ir. ¿Para qué? ¿Para pasarla mal? Total esos bailes son siempre
iguales…Mejor hago como ustedes y me quedo aquí mirando la luna…
-La luna solo se puede disfrutar si uno está
tranquila, mi cielito-le dijo con dulzura la abuela- porque es como un espejo
que siempre te va a devolver el reflejo de tu alma. Además…¿Te vas a perder el
baile? ¡Si siempre la pasás bien! Mirá…¿Por qué mejor ahora no vas a dormir?
-Tenés razón abuela, es lo mejor que puedo hacer…
Y tal vez fue esa misma luna que sus abuelos habían
aprendido a disfrutar con el correr de la vida la que le envió un sueño de esos
que no se olvidan fácilmente. En él, Isabela se encontraba caminando una noche
por una de las calles del pueblo, sola. De pronto, en una antigua casa aparecía
una persona vestida de blanco que ella no conocía, y que la invitaba a
acercarse. En la puerta había un cartel que decía “Carnaval de Pandora”. Al
momento siguiente se encontraba dentro de un salón enorme, interminable,
decorado con colores distintos, contrastantes. A su alrededor aparecían muchas
personas, bailando una música muy alegre. Comenzaba entonces a caminar por el
salón y notaba que todos estaban disfrazados de una manera muy extraña. Algo de
esos disfraces le resultaba familiar, pero los miraba y sentía que no podía
llegar a captar de qué se trataba. Decidía entonces comenzar a preguntar y
acercándose a alguien que estaba bailando le preguntó “vos quién sos?”, la persona la miró con
sorpresa y le respondió, casi a los gritos en medio de la música, “soy la
alegría”, “y yo la amargura” agregó la que bailaba a su lado. Sorprendida, se
iba acercando a otros que le iban diciendo “yo soy la envidia”, “yo soy el amor
mi querida”, “yo soy el odio”, “y yo la tristeza”; así fue que se fueron
presentando la belleza, la ignorancia, la valentía, el temor, la angustia, la
felicidad y muchos otros más, mientras Isabela los miraba casi con perplejidad.
Hasta que al fin, alguien que dijo ser “la duda” le preguntó a ella “y vos
quién sos?”; en ese preciso momento Isabela por primera vez se mira y nota que
está vestida con la misma ropa que la mañana de ese día llevaba puesta al
encontrarse con el joven que había robado su corazón. Entonces, titubeando,
sintiendo que no sabía qué responder, logra decir “soy…¿yo misma?”. Todos
hicieron un instante de silencio, la miraron, hasta que uno de ellos, el que
antes se había presentado diciendo “soy la verdad”, exclamó: “¡¡¡Entonces
nosotros somos vos!!! ¡¡¡Esto es carnaval!!!”, y todos estallaron en una risa y
se pusieron a bailar.
Y como de los sueños nadie puede hacerse el
desentendido, Isabela despertó esa mañana con la sensación de que algo había
pasado. Se levantó y se dirigió al parque donde ya estaban sus abuelos tomando
mate. Era temprano, y el aire fresco de la mañana, el sol y unos pastelitos
caseros la terminaron de despabilar.
Luego de saludarlos les dijo:
-Cualquiera diría que pasaron aquí toda la noche…
-Siempre que podemos, en verano, nos levantamos a ver
el amanecer-dijo la abuela acercándole un mate- El aire fresco de la mañana
siempre trae algo agradable…como si todo naciera por primera vez…y a los viejos
eso nos gusta mucho…
-Dormiste bien Isa?- Le preguntó el abuelo.
-Si…-respondió, y luego de un momento de silencio,
dirigió una mirada cómplice a su abuela y agregó:-ya lo decidí y voy a
necesitar tu ayuda. Para el baile me voy a vestir toda de blanco. Voy a ser la
Luna. La que refleje el alma de los que me miren ¡Ja! ¿Qué les parece?
-Qué buena idea!-dijo la abuela con una sonrisa-Es
así, la luna, este sol tan lindo, las flores, los pájaros, son la única
realidad verdadera, lo demás es un juego que hay que aprender a jugar…como el
carnaval, mi chiquita, como el carnaval…
FIN
Lionel F. Klimkiewicz
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