sábado, 4 de mayo de 2013

HUXLEY:ADONIS Y EL ALFABETO




La palabra dinastía que utiliza J.L.Borges en un texto de su juventud para hablar sobre ellos está muy bien elegida. Los Huxley son una dinastía de intelectuales brillantes. Thomas, el abuelo, famoso científico divulgador de las ideas de Darwin; Leonard, el padre, escritor, que tuvo varios hijos, entre ellos Julián, biólogo fundador de la UNESCO, Andrew, premio Nobel de medicina y Aldous, escritor, poeta, guionista, ensayista.
En esa reseña que data del año 1927, Borges, al escribir sobre este entramado familiar tan culturalmente fructífero, incluye una frase de un libro de Julián que dice: “la continua corriente vital llamada género humano está rota en pedacitos aislados llamados individuos. Esto sucede con todos los animales superiores, pero no es necesario: es un expediente. La materia viva tiene que desplegar dos actividades: una que se refiere a su inmediato comercio con el mundo exterior; otra a su futura perpetuación. El individuo es un artificio para que una porción de materia viva pueda desempeñarse y proceder en un medio ambiente determinado. Después de un tiempo lo desechan y muere. Contiene, sin embargo, una reserva de sustancia inmortal, que transmite a las generaciones futuras.” La escribió Julián, pero podemos imaginar que la tomó luego Aldous en su libro Adonis y el alfabeto -obra que contiene varios ensayos reunidos por el autor- ya que entre ellos se encuentra uno titulado “Hiperión a un sátiro”, en donde realiza una sutil semblanza de la historia del hombre a partir de lo que el hablante-ser hizo con sus desechos. Para el autor, lo que ha cambiado en el curso de la historia no es la repugnancia a la suciedad sino la moraleja que se deduce de ella.  Por ese carril desfilan entonces el efecto de los malos olores, la suciedad, los piojos y los excrementos, pero también la diferencia en la  calidad de la ropa, el uso de jabones, la invención de las alcantarillas y  los signos de manchas de grasa. Pero más allá de las moralejas, a veces risueñas y muchas otras veces  profundas,  lo que Aldous Huxley deja en claro es de qué manera la suciedad y la intocabilidad que ella crea ponen de manifiesto diferentes modos de distinción de clases y personas. Lugares que, todavía al día de hoy no cuentan con agua potable o sistemas cloacales, diferencian una geografía social, al igual que las diferentes calidades de ropas y telas que usamos para vestirnos, o la limpieza de los lugares donde las adquirimos. No quedan al margen las referencias a situaciones de sometimiento, negocio o interés personal que llevan a diferentes personas a vivir pendientes de los desperdicios ajenos, aunque estos tengan forma de excrementos, dinero u objetos. Qué es lo que hace una cultura, una clase social o un sujeto con sus desperdicios,  es la pregunta que arma el texto. Las ideas que desprende de él son brillantes e invita a la reflexión respecto del lugar y la función del desecho en sus diferentes formas y simbolizaciones. La primera imagen que muestra el escrito habla por sí sola: caminando junto a Thomas Mann por una playa, se encuentran con miles de preservativos usados que el mar había devuelto a la costa luego de ser arrojados allí por las cloacas de la ciudad de Los Angeles: restos, diría Julián,  transformados tal vez en signos de  la  resistencia del ser humano a convertirse él mismo en  desecho de la vida.
Con un gran despliegue de inteligencia, Aldous Huxley muestra en cada en sayo de su libro un modo de encontrar vínculos entre elementos muy diversos que le revelan al lector novedosas relaciones entre cosas que suelen quedar ocultas bajo el velo de lo cotidiano.


                                                                                   Lionel F. Klimkiewicz

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