Psicoanálisis, escritos, lecturas... Borges, Lacan, Freud... literatura, arte, libros...
jueves, 12 de diciembre de 2013
jueves, 21 de noviembre de 2013
ROMANTICISMO,
de R. Safranski
El
Romanticismo alemán, que había comenzado con el lema “Sturm und Drang” (tormenta y empuje) estaba bañado del impulso y el
temple que lleva la revolución al mundo del espíritu y la poesía, y estaba
comandado en un principio por los hermanos Schlegel (uno de los cuales había
traducido las obras de Shakespeare que Freud gustaba leer), Tieck, Fitche,
Schelling, Jean Paul y Novalis, que, siguiendo los pasos del mítico viaje de
Herder, se embarcaron en un mar de sueños, ideas y fantasías.
El
movimiento también abrazó, entre muchos otros, a Heine, Schleiermacher,
Schiller, Wagner, Nietzsche, y tiene a uno de sus últimos referentes en E.T.A.
Hoffmann. Como afirma R. Safranski en su libro ”Romanticismo: una odisea del espíritu alemán” el espíritu romántico
es multiforme, musical, rico en prospecciones y tentaciones, ama la lejanía del
futuro y la del pasado, las sorpresas de lo cotidiano, los extremos, lo
inconsciente, el sueño, la locura, los laberintos de la reflexión. El espíritu
romántico no se mantiene idéntico, más bien se transforma y es contradictorio,
es añorante y cínico, alocado hasta lo incomprensible y popular, irónico y
exaltado, enamorado de sí mismo y sociable.
En
este libro, Safranski nos introduce en este movimiento cultural de manera muy
clara y comprensible, abordándolo desde múltiples aspectos: lo literario, lo
religioso, lo político, la pintura y la música, siempre en torno al nacimiento
de una nueva estética, que exaltaba las pasiones y proponía a “lo romántico”
como una actitud del espíritu, actitud que, según el autor, perdura hasta
nuestros días.
El
libro, además, nos sitúa en la subjetividad de una época, la que va del siglo
XVIII al XIX, en donde los libros comienzan a tener un protagonismo enorme, y
un nuevo Yo plagado de sentimientos, misterios, genio, mitología y filosofía,
comienza a nacer. Un Yo romántico que, como decía Novalis, da alto sentido a lo
ordinario, dignidad de desconocido a lo conocido y apariencia infinita a lo
finito.
Por último, no falta en
este recorrido las aristas de este movimiento que llegaron hasta nosotros,
pasando por el nazismo y el Mayo del ´68, y que tienden a manifestarse cada vez
que el mundo se presenta como extraño o nos encontramos ante lo diferente.
Lionel F. Klimkiewicz
sábado, 7 de septiembre de 2013
ENTREVISTA A FREUD
Entrevista con Sigmund Freud concedida al periodista
George Sylvester Viereck
Alpes Austríacos – 1926
EL VALOR DE LA VIDA
Entre las perlas encontradas en la
biblioteca de la Sociedad de Sigmund Freud está esta entrevista, concedida al
periodista americano George Sylvester Viereck en 1926. Probablemente haya sido
publicada en la prensa americana de la época. Se la creía perdida, cuando el
Boletín de Sigmund Freud Haus (Casa de Sigmund Freud) publicó una versión
condensada en 1976. En realidad, el texto integral había sido publicado en el
volumen Psicoanálisis y la Fut[1],
número especial del Journal of Psychology de Nueva York, en 1957.
SF: Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con
serena humildad. (Quien habla es el Profesor Sigmund Freud, el gran
explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue una casa de
veraneo en Semmering, una montaña en los Alpes Austríacos. La última vez que
había visto al padre del psicoanálisis había sido en su modesta casa en la
capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la
actual multiplicaron las arrugas en su frente e intensificaron su palidez de
sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta,
su espíritu, firme, su cortesía, implacable como siempre, pero un ligero
impedimento en el habla me perturbó. Aparentemente, debió ser operado a raíz de
un tumor maligno en su maxilar superior. Desde entonces, Freud usa una
prótesis, causa de una permanente irritación para él).
SF: Detesto mi maxilar mecánico porque la lucha con el
aparato me consume una energía preciosa, pero lo prefiero a no tener maxilar;
todavía prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean gentiles
con nosotros, tornando la vida más desagradable a medida que envejecemos. Al
final, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos. (Freud
se niega a admitir que el destino le reserva algo especial). ¿Por qué (dice
con calma) debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus
arrugas, llega para todos. Yo no me rebelo contra el orden universal.
Finalmente, son más de setenta años. Tuve suficiente para comer. Aprecié muchas
cosas: la compañía de mi mujer, de mis hijos, la puesta del sol, observé las
plantas crecer en primavera, de vez en cuando tuve una mano amiga para
estrechar, ocasionalmente encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué
más puedo querer?
GSV: Ud. tuvo fama, su obra influyó en la literatura de
cada país, el hombre ve la vida y se ve a sí mismo con otros ojos gracias a Ud.
Y, recientemente, en su septuagésimo aniversario, el mundo se unió para
homenajearlo, con excepción de su propia Universidad.
SF: Si la Universidad de Viena me demostrase su
reconocimiento, yo me sentiría turbado. No hay razón para aceptarme a mí y a mi
obra porque tengo setenta años. No atribuyo importancia a los decimales. La
fama llega recién cuando morimos y, francamente, lo que viene después no me
interesa, no aspiro a la gloria póstuma. Mi modestia no es una virtud.
GSV: ¿No significa nada el hecho de que su nombre va a
vivir?
SF: Absolutamente nada, si es que va a vivir, lo cual no
es seguro. Más bien estoy preocupado por el destino de mis hijos. Espero que
sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho, la guerra prácticamente
liquidó mis posesiones, lo que había logrado durante toda mi vida. Pero me
puedo dar por satisfecho; el trabajo es mi fortuna.
(Estábamos subiendo y descendiendo una pequeña senda
en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbusto que florecía)
SF: Estoy mucho más interesado en este brote que en lo
que pueda suceder conmigo después de muerto.
GSV: ¿Entonces, finalmente, Ud. es un profundo pesimista?
SF: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión
filosófica malogre mi afición por las cosas simples de la vida.
GSV: ¿Cree en la subsistencia de la vida después de la
muerte, de la forma que fuere?
SF: No pienso nada de eso. Todo lo que vive perece. ¿Por
qué debería el hombre ser una excepción?
GSV: ¿Le gustaría retornar de algún modo, ser rescatado
del polvo? En otras palabras, ¿tiene deseos de inmortalidad?
SF: Sinceramente no. Si reconozco los motivos egoístas
tras la conducta humana, no tengo el mínimo deseo de volver a la vida;
moviéndose en círculo, sería la misma. Además, aun si el eterno retorno de las
cosas, para usar una expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestro
envoltorio carnal, ¿para qué serviría sin memoria? No habría conexión entre el
pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho sabiendo
que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente cesará. Nuestra vida es
necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el yo y
su medio. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.
GSV: Bernard Shaw sostiene que vivimos demasiado poco;
cree que el hombre podría prolongar la vida si así lo deseara, elevando su
voluntad por sobre las fuerzas de la evolución, cree que la humanidad puede
recuperar la longevidad de los patriarcas.
SF: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidad
biológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como el amor y el odio
por una persona habitan en nuestro corazón al mismo tiempo, así también toda la
vida conjuga el deseo de permanecer y el deseo de la propia destrucción. Del
mismo modo que un elástico estirado tiende a asumir su forma original, toda la
materia viva, consciente o inconscientemente, busca volver a la completa,
absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de la vida y el
impulso de la muerte habitan lado a lado dentro nuestro. La muerte es la
compañera del amor; juntos, ellos rigen el mundo. Es lo que dice mi libro, “Más
Allá del Principio del Placer”. En sus comienzos, el psicoanálisis supuso que
el amor era lo fundamental; ahora sabemos que la muerte es igualmente
importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida
queme dentro de él, ansía llegar al Nirvana, al cese de esa fiebre llamada
vivir, ansía el (seno de Abraao). El deseo puede ser encubierto mediante
digresiones. No obstante, el objetivo último de la vida es su propia extinción.
GSV: Esa es la filosofía de la autodestrucción. Ella
justifica el autoexterminio; llevaría lógicamente al suicidio universal
imaginado por Eduard Von Hartmann.
SF: La humanidad no elige el suicidio porque una ley de
su ser desaprueba la vía directa para su fin; una vida tiene que completar su
ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es lo
suficientemente fuerte como para contrabalancear la pulsión de muerte, que, sin
embargo, al final, resulta más poderosa. Podemos tener la fantasía de que la
muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería posible que pudiésemos
vencer a la muerte, si no fuese por su aliado dentro nuestro. En este sentido (agregó
Freud con una sonrisa), estaría justificado decir que toda muerte es un
suicidio disfrazado.
(Estaba haciendo frío en el jardín. Continuamos la conversación
en el consultorio. Vi una pila de manuscritos sobre la mesa, con una caligrafía
clara de Freud).
GSV: ¿En qué está trabajando?
SF: Estoy escribiendo una defensa del análisis lego, del
psicoanálisis practicado por legos. Los médicos quieren declarar ilegal el
análisis conducido por quienes no sean médicos. La historia, esa vieja
plagiadora, se repite con cada descubrimiento. Los médicos combaten cada nueva
verdad que comienza; después procuran monopolizarla.
GSV: ¿Tuvo mucho apoyo de los legos?
SF: Algunos de mis mejores discípulos son
legos.
GSV: ¿Está practicando mucho psicoanálisis?
SF: En este momento estoy trabajando en un caso muy
difícil, tratando de desanudar los conflictos psíquicos de un nuevo paciente
muy interesante. Mi hija también es psicoanalista, como Ud. ve...
(En ese momento aparece Anna Freud acompañada de su
paciente, un niño de once años, de facciones inconfundiblemente anglosajonas).
GSV: ¿Ya se analizó a Ud. mismo?
SF: Ciertamente. El psicoanalista debe
analizarse a sí mismo constantemente. Analizándonos, estamos más capacitados
para analizar a los otros. El psicoanalista es como el chivo expiatorio de los
hebreos. Los otros descargan sus pecados sobre él. El debe practicar su arte a
la perfección para deshacerse del peso que se carga sobre él.
GSV: Mi impresión es que el psicoanálisis despierta en
todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en
la vida que el psicoanálisis no pueda hacernos comprender, “Tout comprec est
tout pardonner” (Comprender es perdonar)
SF: Por el contrario (Freud se enoja; sus facciones
asumen la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar
todo. El análisis nos enseña no sólo lo que podemos soportar, sino también lo
que podemos evitar. Nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el
mal no es en modo alguno un corolario del conocimiento.
(Súbitamente comprendí por qué Freud se había
enfrentado con los seguidores que lo habían abandonado; él no perdona su
desviación del camino recto de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentido de lo que es justo es herencia de
sus ancestros; una herencia de la que se enorgullece, como se enorgullece de su
raza). Mi lengua es el alemán; mi cultura, mi realización es alemana. Yo me
consideraba un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del
prejuicio antisemita en Alemania y Austria. Desde entonces, prefiero
considerarme judío.
(Esta observación me desconcertó. Me parecía que el
espíritu de Freud debía habitar en las alturas, más allá de cualquier
preconcepto sobre las razas, que debía ser inmune a cualquier rencor personal.
Sin embargo, precisamente, su indignación, su honesta ira, lo volvía más
atrayente como ser humano. Aquiles sería intolerable si no fuese por su talón!)
GSV: Estoy contento, Señor Profesor, de que también Ud.
tenga sus complejos, de que demuestre que también es un mortal!!
SF: Nuestros complejos son la fuente de nuestra franqueza
pero, con frecuencia, también son la fuente de nuestra fuerza.
GSV: Imagino cuáles serían mis complejos!
SF: Un análisis serio dura por lo menos un año, e incluso
dos o tres años. Ud. está dedicando muchos años de su vida a la “caza de
leones”. Siempre buscó a las personas de su generación que se destacan:
Roosevelt, el Emperador, Hindenburg, Briand, Foch, Joffre, George Bernard
Shaw...
GSV: Es parte de mi trabajo.
SF: Pero es también su preferencia. El gran
hombre es un símbolo. Su búsqueda es la búsqueda de su corazón. Ud. está
buscando al gran hombre para tomar el lugar de su padre. Es parte de su
“complejo paterno”.
(Negué vehementemente la afirmación de Freud. Sin
embargo, reflexionando, me parece que puede haber una verdad en ella, aunque
insospechada por mí. Pudo ser el mismo impulso que me llevó a él. Después de un
momento, pensé que me gustaría quedarme allí lo bastante como para vislumbrar
mi corazón a través de sus ojos. Tal vez, como Medusa, muriese de horror al ver
mi propia imagen! Sin embargo, tengo temor de saber mucho sobre psicoanálisis.
Frecuentemente yo anticiparía, o intentaría anticipar sus intenciones).
SF: La inteligencia de un paciente no es un obstáculo.
Por el contrario, a veces facilita el trabajo.
(En este punto el maestro del psicoanálisis difiere de
muchos de sus seguidores, a quienes no les agrada la excesiva seguridad del
paciente respecto de su escrutinio).
GSV: A veces pienso si no seríamos más felices sabiendo
menos acerca de los procesos que dan forma a nuestros pensamientos y emociones.
El psicoanálisis roba a la vida su último encanto, al relacionar cada sentimiento
con su grupo original de complejos. No nos volvemos más alegres descubriendo
que todos nosotros abrigamos un criminal y un animal.
SF: ¿Qué objeción puede haber en contra de los animales?
Yo prefiero la compañía de los animales a la compañía humana.
GSV: ¿Por qué?
SF: Porque son tanto más simples. No sufren una
personalidad dividida, la desintegración del yo que resulta del intento del
hombre de adaptarse a los patrones de la civilización, demasiado elevados para
su mecanismo intelectual y psíquico. El salvaje, como el animal, es cruel, pero
no tiene la maldad del hombre civilizado. La maldad es la venganza del hombre
contra la sociedad, por las restricciones que ella le impone. Los rasgos más
desagradables del hombre son generados por esa adaptación precaria a una
civilización complicada. Es el resultado del conflicto entre nuestros instintos
y nuestra cultura. Mucho más desagradables son las emociones simples y directas
de un perro al mover la cola o al ladrar expresando su displacer. Las emociones
del perro (agregó Freud pensativamente) nos recuerdan a los héroes de la
Antigüedad. Tal vez sea esa la razón por la que inconscientemente ponemos a
nuestros perros nombres de héroes antiguos, como Aquiles o Héctor.
GSV: Mi cachorro es un doberman Pinscher llamado Ayax.
SF: (sonriendo) Me pone contento que no pueda
leer. Seguramente sería un miembro menos querido de la casa si pudiese ladrar
su opinión sobre los traumas psíquicos y sobre el Complejo de Edipo!
GSV: Igualmente, Ud., Profesor, imagina una existencia
por demás compleja. Sin embargo, me parece que Ud. es en parte responsable de
las complejidades de la civilización moderna. Antes de que inventase el
psicoanálisis, no sabíamos que nuestra personalidad está dominada por un
ejército beligerante de complejos muy cuestionables. El psicoanálisis hace que
la vida se vuelva un rompecabezas complicado.
SF: De ninguna manera. El psicoanálisis torna la vida más
simple, adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis
reordena una maraña de impulsos dispersos, procura enrollarlos en su carretel.
O, modificando una metáfora, provee el hilo que conduce a la persona fuera del
laberinto de su inconsciente.
GSV: Al menos superficialmente, sin embargo, la vida
humana nunca fue más compleja. Y cada día alguna nueva idea propuesta por Ud. o
por sus discípulos torna el problema de la conducta humana más intrigante y más
contradictorio.
SF: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la
puerta a una nueva verdad.
GSV: Algunos de sus discípulos, más ortodoxos que Ud., se
apegan a cada pronunciamiento que sale de su boca.
SF: La vida cambia; el psicoanálisis también cambia.
Estamos apenas en los comienzos de una nueva ciencia.
GSV: La estructura científica que Ud. construyó me parece
muy elaborada. Sus fundamentos –la teoría de la “escisión”, de la “sexualidad
infantil”, del “simbolismo de los sueños”, etc.- parecen permanentes.
SF: Repito que estamos en los inicios. Apenas soy un
iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados en los sustratos de la
mente. Pero allí donde yo descubrí algunos templos, otros podrán descubrir
continentes.
GSV: ¿Aún pone el énfasis especialmente en el sexo?
SF: Respondo con las palabras de su propio poeta, Walt
Withman: “Sin embargo, todo faltaría si faltase el sexo” (“Yet all were
lacking, if sex were lacking”). Sin embargo, ya le expliqué que ahora coloco un
énfasis casi igual en aquello que está “más allá” del placer – la muerte, una
negociación de la vida-. Este aniquilamiento! El explica por que los poetas
agradecen a:
Whatever gods
there be,
That no life
lives forever
And even the
weariest river
Winds
somewhere safe to sea.
(“Cualesquiera sean los dioses que existan / que ninguna
vida viva para siempre / Y aun el río más exhausto / Desemboque en el apacible
mar”).
GSV: Shaw, como Ud., no desea vivir para siempre, pero a
diferencia de Ud., no considera al sexo interesante.
SF: (sonriendo) Shaw no comprende el sexo. No
tiene la más remota concepción acerca del amor. No hay un verdadero caso
amoroso en ninguna de sus obras. Convierte en un juego el amor de Julio César,
tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente, tal vez
maliciosamente, él despojó a Cleopatra de toda grandeza, reduciéndola a una
insignificante mujer. La extraña actitud de Shaw ante el amor, de su negación
del móvil de todas las cosas humanas, que elimina de sus obras la apelación a
lo universal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente a su
psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el trazo ascético de su
temperamento. Yo puedo estar equivocado en muchas cosas, pero estoy seguro de
no haberme equivocado al enfatizar la importancia del instinto sexual. Por ser
tan fuerte, éste choca siempre con las convenciones y salvaguardas de la
civilización. La humanidad, en una especie de autodefensa, procura negar su
importancia. Si Ud. escarba un poco en un ruso, dice el proverbio, aparece un
tártaro debajo de su piel. Analice cualquier emoción humana; no importa cuán
distante esté de la esfera de la sexualidad, y seguramente encontrará ese
impulso sexual primordial, al cual la propia vida debe la perpetuación.
GSV: Sin duda Ud. ha transmitido bien ese punto de vista
a los escritores modernos. El psicoanálisis dio una nueva intensidad a la
literatura.
SF: También recibí mucho de la literatura y de la
filosofía. Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente
hasta qué punto su intuición preanuncia los nuevos descubrimientos. Nadie se
había percatado tan profundamente de los motivos dualistas de la conducta
humana y de la insistencia del principio del placer en predominar
indefinidamente. Zaratustra dice: “El dolor grita: vamos! Pero el placer quiere
la eternidad Pura, la profunda eternidad”. El psicoanálisis puede ser menos
ampliamente discutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos; sin
embargo, su influencia en la literatura es inmensa. Thomas Mann y Hugo von
Hofmannsthak nos deben mucho a nosotros. Schnitzler recorre una vía que es, en
gran medida, paralela a mis propios desarrollos. El expresa poéticamente lo que
yo trato de comunicar científicamente. Pero el Dr. Schnitzler no es sólo un
poeta, también es un científico.
GSV: Ud. no es sólo un científico sino también un poeta.
La literatura americana está impregnada de psicoanálisis. Hupert Hughes Harvey
O’Higgins y otros actúan como sus intérpretes. Es casi imposible leer una nueva
novela romántica sin encontrar una referencia al psicoanálisis. Entre los
dramaturgos, Eugene O’Neill y Sydney Howard tienen una profunda deuda para con
Ud. The Silver Cord, por ejemplo, es simplemente una dramatización del complejo
de Edipo.
SF: Yo sé y agradezco el cumplido que encierra esa
afirmación, pero tengo mis reservas respecto de mi popularidad en los Estados
Unidos. El interés americano por el psicoanálisis no es profundo. La
popularidad lleva a la aceptación superficial, sin estudio serio. Las personas
tan solo repiten las frases que aprenden en el teatro o en los libros; piensan
que comprenden algo de psicoanálisis porque juegan con su jerga! Yo prefiero
una ocupación intensa en el psicoanálisis, como ocurre en los centros europeos.
América fue el primer país en reconocerme oficialmente. La Clark University me
otorgó un diploma honorario cuando en Europa todavía era ignorado. Sin embargo,
América hizo pocas contribuciones originales al psicoanálisis. Los americanos
son opinadores inteligentes; raramente pensadores creativos. Los médicos en
Estados Unidos, y ocasionalmente también en Europa, procuran monopolizar para sí el
psicoanálisis. Pero sería un peligro que el psicoanálisis quedase
exclusivamente en manos de los médicos, con una formación estrictamente médica
y, con frecuencia, sería un obstáculo para el psicoanalista. Es siempre un
obstáculo que ciertas concepciones científicas tradicionales permanezcan
arraigadas en el cerebro estudioso.
(Freud tiene que decir la verdad a cualquier precio!
No puede obligarse a sí mismo a que le agrade América, donde está la mayoría
de sus admiradores. A pesar de su intransigente integridad, Freud es la
urbanidad en persona. Escucha pacientemente cada intervención, evitando siempre
intimidar a su entrevistador. Es raro el visitante que deja su presencia sin
algún presente, alguna señal de hospitalidad! Había oscurecido, era tiempo de
tomar el tren de regreso a la ciudad que una vez albergara el esplendor
imperial de los Hasburgos. Acompañado de su esposa y de su hija, Freud
descendió los peldaños que conducían de su refugio en la montaña a la ruta,
para verme partir. Me pareció cansado y triste al despedirse).
SF: No me haga parecer un pesimista (dice esto después
de estrecharme la mano). No tengo desprecio por el mundo. Expresar desdén
por el mundo es apenas otra forma de cortejarlo, de ganar audiencia y aplausos.
No, no soy un pesimista; tengo mis hijos, mi mujer y mis flores! No soy
infeliz, al menos más infeliz que otros.
(El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil
me conducía rápidamente a la estación. Poco a poco, la silueta ligeramente
encorvada y la cabeza cana de Sigmund Freud desaparecían a la distancia).
sábado, 27 de julio de 2013
FRANCOIS CHENG Y LA BELLEZA
Meditar sobre la belleza es una tarea que implica, según
explica Francois Cheng, lo que podríamos denominar una actitud y posición
subjetiva especial, basada en ahondar en la capacidad para la receptividad y en
el recogimiento. Esto es lo que permitirá establecer las condiciones de lo que,
en su libro “Cinco meditaciones sobre la belleza”, Cheng llama una “vida
abierta”, para impedir que un sujeto se
encierre en un narcisismo mortífero que solo quiere la exclusión de lo
diferente por resultarle peligroso para sí mismo.
Para este poeta chino, con el cual J. Lacan mantuvo varios
encuentros de trabajo sobre poesía oriental, la belleza tiene tres aristas que
la caracterizan: a) es un advenimiento, una epifanía, un “aparecer ahí”. b) es
un entrecruzamiento entre elementos que la componen, como aquella que se
produce durante el atardecer entre la luz del sol y el resplandecer de ella en
los árboles, las flores, los muros, etc. c) de ese encuentro nace una
revelación. En consecuencia, la experiencia artística debe mantener dos
designios: tiene que expresar, por un lado, la parte violenta y sufriente de la
vida, junto con todas las perversiones que ella engendra, y por otro, debe continuar
revelando lo que el universo expresa en forma de belleza. En ese camino se
deben derribar las barreras de la costumbre para lograr una nueva manera de
vivir y percibir. Esto es posible solo si se concibe a la belleza, no como un
dato, sino como un Don.
Este hermoso libro de Francois Cheng explora durante cinco
meditaciones el entrecruzamiento entre la estética occidental y oriental de un
modo muy personal, logrando transmitir –siendo muy consecuente con su trabajo-
su propia experiencia con la belleza.
Lionel F. Klimkiewicz
domingo, 14 de julio de 2013
SOUNDS FOR THE CITY
Durante un periplo en Estocolmo, el músico colombiano Sergio Castrillón (violoncellista y compositor)
emprendió la búsqueda de lugares no convencionales para convertirlos en dignos escenarios de música actual.
Es así, como en el verano de 2012 se encontró con la directora de cine sueca Stina Lundkvist y juntos realizaron
el documental llamado Sounds for the city (Otro sonido para la ciudad).
Dicho documental muestra un panorama que abarca desde una problemática en la escucha de
la música contemporánea académica hasta el encuentro con músicos locales.
Finalmente el documental nos enseña como la calle y otros lugares diferentes a los normalmente usados para
conciertos se convierten en escenarios perfectos donde convergen varios estilos musicales y personalidades.
Este documental fue estrenado el pasado 10 de Julio en House of Radon, Estocolmo, Suecia.
Y fue seleccionado dentro del marco del Cinemaissi - festival latinoamericano de cine de Helsinki, Finlandia,
el cual se realizará en el mes de Octubre de 201
El documental esta disponible en
http://vimeo.com/stinalu/soundsforthecity
Disfrútenlo!
sábado, 29 de junio de 2013
TRANSMISIÓN Y REALIDAD
Uno de los primeros acercamientos que tuve a
la enseñanza de Lacan, incluso antes de comenzar a formarme como analista, fue
a partir de la lectura del Seminario 3 titulado “Las Psicosis”.
En ese Seminario hay una frase de
Lacan que dice lo siguiente: “Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los
ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana”.[1]
Esta frase de Lacan me impactó. Por un
lado me pareció una frase fuerte, contundente, y paradójicamente por otro lado
me parecía que lo que decía esa frase abarcaba más de lo que yo estaba
entendiendo, que algo se me escapaba.
Me surgieron por supuesto varias
preguntas ¿Por qué Lacan se interesaba en decir eso en sus primeros años de
enseñaza? ¿Acaso ser psicoanalista es sencillamente eso? ¿Qué es entonces la
realidad?
Fue así que pasé de los Seminarios a
los Escritos, es decir que pasé de leer lo que se escribió de lo que dijo, a
leer lo que él escribió. En el texto “De una cuestión preliminar...” para mi
sorpresa me encontré con algo que llamó Esquema Rho, en el cual ubica a la
realidad, es decir, me encontré con letras (que no tienen realidad) y con un
conjunto de frases referidas a ellas bastante oscuras.
Me pregunté por qué Lacan transmitía
esto de esta manera, y entendí que algo me faltaba para comprender. Tal vez
porque él hablaba de algo de lo que ya habían hablado. Volví a los textos de
Freud y cierto recorrido me hizo llegar a uno de sus primeros textos en donde
explica, en uno de sus puntos, qué es la realidad. Ese texto es el “Proyecto de
una psicología para neurólogos”. Nueva paradoja, este primer texto en el que
Freud explica qué es la realidad, es un texto que no quiso publicar. Estaba
entonces leyendo un texto que alguien escribió para que nadie lea. Letras que
Freud quiso excluir de la realidad del psicoanálisis.
Ahora me pregunto ¿Sería disparatado
pensar que existe una relación entre el concepto de realidad y el de
transmisión?
Veamos cómo se construye, según Freud
en este texto, la realidad.
Partiendo de la experiencia de
satisfacción, Freud dice que si coincide la investidura deseo de la imagen
recuerdo con la percepción de ella, la descarga es exitosa puesto que el
sistema percepción brinda un signo de realidad objetiva. Tendríamos una
identidad de percepción.
En cambio, si no coincide la
investidura deseo de la imagen recuerdo con la percepción, el complejo
perceptivo se descompone en una parte constante, idéntica a sí misma, y otra
variable. Es el lenguaje quien calificará a la parte constante como “cosa del
mundo” y la variable como su atributo o predicado.
Hay una desemejanza, una discordancia
entre la investidura de una huella y la investidura percepción y esto
proporciona el envión para el trabajo del pensar.
Dice Freud “La lucha entre las
facilitaciones fijas y las catexias fluctuantes caracteriza el proceso
secundario del pensamiento reproductivo en contraste con la serie primaria de
asociaciones”[2]. La
discordancia produce el despertar de un estado de interés (ya que el objeto
está perdido y se busca reencontrarlo) que promueve un proceso cogitativo que
intenta establecer un estado de identidad.
Continúa diciendo Freud: “Si luego de
concluido el acto de pensar, el signo de realidad se suma a la percepción, se
habrá obtenido un juicio de realidad, la creencia, alcanzándose así las metas
de todo el trabajo”[3].
En el seminario 7 dice Lacan que “El
principio de placer recae sobre la percepción pero lo que constituye el proceso
primario son los pensamientos. Por su parte el principio de realidad es
gobernado por la identidad de pensamiento pero los pensamientos están del lado
del principio del placer, son inconscientes”[4].*
Esto quiere decir que los procesos de
pensamiento funcionan a nivel del Principio del Placer, esto es, entre cuero y
carne, es decir, entre percepción y conciencia. Procesos de pensamientos que
reglan por el Principio del Placer las cargas de las representaciones y la
estructura en la que se organiza el inconsciente.
Agrega Lacan, en su lectura del “Proyecto...”
que las vorstellungen gravitan, se intercambian, se modulan según las leyes más
fundamentales del funcionamiento de la cadena significante. Significante que se
rige por una lógica estricta: es indivisible, funciona por oposición (es lo que
los otros no son) y que por si mismo no dice nada
Si la negatividad del lenguaje anula
al objeto, si el lenguaje mata a la cosa, esto quiere decir que no hay
referente. Das Ding está perdido. Es por eso que el significante se une con el
significado sólo mediante un casamiento bastardo.
Por
un lado tenemos entonces que el inconsciente, tal como lo descubre Lacan en la
experiencia analítica, está estructurado como un lenguaje.
Por
otro lado, que el sujeto, efecto de esa estructura, queda dividido por la
acción del significante, sujetado entonces a otra escena que desconoce: la
realidad de su inconsciente.
La
realidad entonces es realidad psíquica, ficción creada por las huellas, las
marcas primeras.
Realidad
que está marcada de entrada, dice Lacan, por el anonadamiento simbólico.
En
resumen, esa desemejanza de la que hablamos, lleva en si misma el germen de la
pérdida inaugural abriendo así el camino del deseo.
Ahora bien, retomando nuestro tema,
¿Qué se transmite en psicoanálisis? ¿Cuándo hay transmisión?
Creo que sólo podemos dar cuenta que
hubo transmisión por sus efectos, y esto es apres-coup. ¿Qué quiere decir esto?
La transmisión, como acción y como
efecto, debe apuntar a eso que hace que la realidad humana sea disparatada, tal
como la nombra Lacan, es decir, a eso que la sostiene, que la arma. Realidad
armada por letras, que son el soporte material del significante, tal como nos
muestra Lacan en su Esquema R.
¿Por qué debería apuntar a eso?
Para producir la máxima desemejanza posible
entre la huella y el signo de realidad, ya que esta es la única manera que el
deseo se vehiculice, poniendo en descubierto la falta que lo inaugura. Ese es
su efecto
Podemos
decir también que la transmisión, que tiene la misma raíz etimológica que
entrometerse, como acción se entromete en esa relación entre la huella y el
signo de realidad.
Ahora bien, podemos realizar un
contrapunto entre la transmisión y la educación, y decir que la transmisión es
posible pero la educación es imposible, como decía Freud. Educar es demandarle
al sujeto que debe adaptarse a la realidad que él A le ofrece, es decir
petrificarlo, unificando el significado y el significante para que nada
equivoque (y las cosas marchen como quiere el Amo). Ilusión de comunicación,
malentendido irremediable.
Podemos
pensar, siguiendo a Lacan en el Seminario 3, que una transmisión debe permitir
al sujeto permanecer en una posición problemática que siempre deje la puerta
abierta a una progresiva rectificación. Ya que, como dice Borges en “Las ruinas
Circulares” , nada se puede esperar de aquellos que aceptan con pasividad la
doctrina pero sí de aquellos que arriesgan a veces, una contradicción
razonable.
Es claro asimismo, que no todo es
transmisible, ya que las letras, los matemas, necesitan de las palabras para
transmitirse y siempre faltará alguna. Es decir que un discurso por el que se
lleve adelante una transmisión llevará consigo lo que no es posible de
transmitir.
El sujeto que
recibe lo transmitido luego de dar cuenta de los efectos de esa transmisión produce algo novedoso
en su realidad.
¿Qué nos quiere
transmitir entonces Lacan con esta frase del Seminario 3 a la que me referí en
un principio?
Tal
vez que solo un sujeto podrá dar cuenta
del disparate que es su propia realidad ( “no toda es vigilia la de los ojos
abiertos”dice Macedonio), es decir, desadaptarse a la realidad en la que estuvo
viviendo desde que está inmerso en un discurso, mediante un análisis, para
producir nuevos lazos que partan de su propio deseo.
Es
en el dispositivo analítico donde se crean las condiciones de la transmisión.
Pero
esto lleva tiempo. “No hay que comprender demasiado rápido” decía Lacan. Dar cuenta de ese
disparate de la realidad es comprenderlo, y eso lleva un tiempo, el tiempo de
comprender, que es sujeto por sujeto. No hablo del historicismo, sino del
tiempo como efecto de la estructura.
Lionel F. Klimkiewicz
Bibliografía
Freud, S., “Proyecto de una psicología para neurólogos”
Obras completas, Tomo I, Buenos Aires, Biblioteca Nueva, 1981.
Lacan, J., El Seminario, Libro II,”El Yo en la teoría de
Freud y en la técnica psicoanalítica” , Buenos Aires, Paidos, 1983
Lacan, J., El Seminario, Libro III, “Las psicosis”,
Buenos Aires, Paidos, 1984.
Lacan, J., El Seminario, Libro VII, “La ética del
psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidos, 1988.
Lacan, J., El Seminario, Libro IX, “La identificación”,
inédito.
Lacan, J., “Una cuestión preliminar a todo tratamiento
posible de las psicosis” en Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987.
Rabinovich, Diana., “Sexualidad y significante”, Buenos
Aires, Manantial,1986.
Piciana, H., “El saber referencial:
un obstáculo a la formación del analista”, Buenos Aires, Conversación
Analítica, 2003.
Piciana, H., “El dispositivo analítico”, Conferencia
dictada en el servicio de Asistencia Primaria 2 del Hospital Interdisciplinario
Psicoasistencial J. T. Borda, octubre de 2004.
Borges, J. L.,
“Las ruinas circulares”, El Aleph., Obras Completas, Buenos
Aires, Emecé Editores, 1996.
Corominas, J., “Breve
diccionario etimológico de la lengua castellana”, Madrid, Gredos, 1996.
[1] Lacan,J., El Seminario, Libro III, Las psicosis, Buenos Aires, Piados,
1984.
[2] Freud, S.,”Proyecto de una psicología para neurólogos” Obras
Completas, Tomo I, Biblioteca Nueva, 1981.
[3] Freud, S., ibid.
[4] Lacan, J., El Seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis, Buenos
Aires, Paidós, 1988.
* Esto es retomado por Lacan en su
seminario IX cuando dice “El mundo, pues, ese mundo cuya función de realidad
está ligada a la función perceptiva, es, no obstante, aquella en torno de lo
cual no progresamos en nuestro saber sino por la vía de la identidad de
pensamiento. Esto no es para nosotros una paradoja, lo que sí es paradójico es
leer en el texto de Freud que lo que busca el inconsciente, lo que quiere, lo
que constituye la raíz de su funcionamiento, de su puesta en juego, es la
identidad de percepción, es decir que esto no tendría literalmente ningún
sentido si aquello de lo que se trata no fuera más que esto: que la relación
del inconsciente con lo que busca en su modo propio de retorno es justamente
eso que una vez percibido es lo idénticamente idéntico, si se puede decir, lo
percibido de esa vez, esa sortija que paso al dedo con la marca de esa vez, y
es esto justamente lo que faltará siempre: es que en toda especie de otra
reaparición de lo que responde al significante original, en el punto donde está
la marca que el sujeto ha recibido de lo que sea que esté en el origen de la
Urverdrangt, faltará siempre a lo fuera que venga a representarla, esa marca
que es la marca única del surgimiento original de un significante original que
se presentó una vez en el momento en que el punto, el algo de la Urverdrangt en
cuestión, pasó a la existencia inconsciente, a la insistencia en este orden
interno que es el inconsciente, entre, por una parte lo que recibe del mundo
exterior donde tiene cosas para ligar, por el hecho de que al ligarlas bajo una forma significante, no puede
recibirlas sino en su diferencia, y es por esto que no puede de ninguna
satisfacerse por esta búsqueda de la identidad de percepción si es esto mismo
lo que lo especifica como inconsciente”.
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