sábado, 28 de junio de 2014

ENCUENTRO ÍNTIMO ENTRE LENGUAS


 




A Buenos Aires, que se convierte en la ciudad de la furia cada mañana, todavía le quedan algunos encantos que se pueden disfrutar. Los amantes de los libros por ahora seguimos teniendo a la avenida Corrientes, que nos otorga el pequeño encanto de poder caminarla de vez en cuando y encontrar algún ejemplar de esos difíciles de conseguir en las grandes cadenas o en las -más fashion que interesantes- librerías del barrio de Palermo. En uno de mis últimos paseos por allí, entre Callao y el obelisco, medio ocultos entre viejos ejemplares de saldos y revistas de crucigramas, me encontré con dos joyas a precio de remate que estaban ahí, como esperándome: Dos libros de la editorial Gredos escritos por Valentín García Yebra llamados “Experiencias de un traductor” y “Traducción y enriquecimiento de la lengua del traductor”. Ambos contienen artículos que versan sobre el arte de traducir y el oficio del traductor.
Para Yebra, la traducción como proceso consiste en enunciar en una lengua lo previamente enunciado en otra, conservando lo mejor posible las equivalencias semánticas y estilísticas. Al traductor entonces se le plantean tres problemas principales:¿Es posible la traducción?¿Qué es en un texto lo que debe traducirse?¿Cómo debe traducirse? Es que si la traducción tuviera que reproducir todos los detalles de la estructura formal léxica, morfológica y sintáctica del texto original, sería, en efecto, imposible. La traducción no consiste en eso  sino en reproducir su contenido y su estilo.
Pero para traducir el contenido es preciso distinguir el significado, la designación y el sentido. Por eso, el traductor, según afirma el autor, está obligado a conservar no solo el sentido del texto, sino también sus designaciones, a veces incluso sus significados, mientras la lengua terminal, la lengua hacia la que se traduce, no le imponga equivalentes que prescindan de los significados y hasta de las designaciones. Es así entonces como propone la regla de oro para toda traducción: “decir todo lo que dice el original, no decir nada que el original no diga, y decirlo todo con la corrección y naturalidad que permita la lengua hacia la que se traduce”.
Uno de los temas más interesantes abordados en estos libros es el de los neologismos., que son los elementos nuevos que dan vigor y pujanza a una lengua. Hay cuatro tipos de neologismos: a) las palabras derivadas (ej: ojera, anteojo, antojo, ojear, ojeada, ojal, etc.), b) las palabras compuestas (combinando sustantivos, adjetivos y verbos, ej: compraventa, medialuna, mediodía, duermevela, cortaplumas, pasamontañas, maldecir, maltratar, etc), c) préstamos (palabra que una lengua toma de otra sin traducirla) y d) cálcos (que es una traducción absoluta, por ej: Kindergarten por jardín de infantes). También es un neologismo la adquisición por una palabra ya existente de un significado que antes no tenía, incluso la revitalización de un arcaísmo para designar algo nuevo. Sin olvidar también que hay dos fases en el proceso de la nueva palabra: en primer lugar, la invención instantánea y en segundo, la aceptación gradual por un número suficiente de usuarios del sistema, que constituye la sanción necesaria para la instalación del neologismo en la lengua.
Son dos libros que aquellos amantes de las palabras sabrán disfrutar, porque en definitiva, contienen el testimonio de un trabajador del lenguaje, de una investigación que habla del contacto más íntimo que se produce en el encuentro   entre lenguas.


                                                                       Lionel F. Klimkiewicz