sábado, 27 de julio de 2013

FRANCOIS CHENG Y LA BELLEZA


 

 

                                                     
Meditar sobre la belleza es una tarea que implica, según explica Francois Cheng, lo que podríamos denominar una actitud y posición subjetiva especial, basada en ahondar en la capacidad para la receptividad y en el recogimiento. Esto es lo que permitirá establecer las condiciones de lo que, en su libro “Cinco meditaciones sobre la belleza”, Cheng llama una “vida abierta”, para impedir que  un sujeto se encierre en un narcisismo mortífero que solo quiere la exclusión de lo diferente por resultarle peligroso para sí mismo.
Para este poeta chino, con el cual J. Lacan mantuvo varios encuentros de trabajo sobre poesía oriental, la belleza tiene tres aristas que la caracterizan: a) es un advenimiento, una epifanía, un “aparecer ahí”. b) es un entrecruzamiento entre elementos que la componen, como aquella que se produce durante el atardecer entre la luz del sol y el resplandecer de ella en los árboles, las flores, los muros, etc. c) de ese encuentro nace una revelación. En consecuencia, la experiencia artística debe mantener dos designios: tiene que expresar, por un lado, la parte violenta y sufriente de la vida, junto con todas las perversiones que ella engendra, y por otro, debe continuar revelando lo que el universo expresa en forma de belleza. En ese camino se deben derribar las barreras de la costumbre para lograr una nueva manera de vivir y percibir. Esto es posible solo si se concibe a la belleza, no como un dato, sino como un Don.

Este hermoso libro de Francois Cheng explora durante cinco meditaciones el entrecruzamiento entre la estética occidental y oriental de un modo muy personal, logrando transmitir –siendo muy consecuente con su trabajo- su propia experiencia con la belleza.

                                                     Lionel F. Klimkiewicz

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