domingo, 29 de julio de 2012

BAUDELAIRE: de perros y perfumes



                                                                             

           No es para cualquiera transitar los caminos de la estética por medio de la provocación, la paradoja, la destrucción, la belleza sublime y abominable, la muerte o el desamparo. Y no cualquiera lo puede hacer escribiendo versos inolvidables, emotivos, sugestivos, sensuales y vigorosos.
           Sin embargo Charles Baudelaire andaba por esos senderos con la convicción de quien sabe que tarde o temprano, las huellas dejadas serán no solo imborrables sino también ineludibles para aquel que entienda que no hay arte de lo seguro.
           Fue así como en sus últimos años de su vida este maldito poeta escribió sus “Pequeños poemas en prosa” en donde no solo habla de los artistas sino también del público:



EL PERRO Y EL FRASCO

-Hermoso perro mío, buen perro, chucho querido, aproxímate  y ven a respirar un maravilloso perfume, adquirido en la mejor perfumería de la ciudad.
Y el perro, moviendo la cola, signo, que según creo, en esos mezquinos seres equivale a la risa y a la sonrisa, se acerca y coloca con curiosidad la húmeda nariz en el frasco destapado; después, retrocediendo con repentino temor, me ladra, como si me reconviniera.
- ¡Ah mezquino can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos quizás. Así tú, indigno compañero de mi desgraciada vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que lo irriten, sino basura cuidadosamente escogida.



                                                                     Por Lionel F. Klimkiewicz

No hay comentarios:

Publicar un comentario