sábado, 8 de septiembre de 2012

MOZART Y LAS INTERRUPCIONES


                                                          



Toda comunidad humana tiene sus mitos.
Dicen, por ejemplo, que escuchar una hora por día  cualquier obra de Mozart hace bien. Esta afirmación, carente de cualquier rigor  científico, será sin duda apoyada por todos aquellos que solemos tomarnos el tiempo suficiente de transitar con nuestros oídos algunas de las múltiples producciones musicales de este músico genial. Hasta podemos llegar al punto de darnos el lujo de intentar convencer con algún argumento no muy sólido (pero referido, eso sí, con un rostro serio acorde a la circunstancia), a algún desprevenido que se ande interesando en ampliar sus gustos musicales.
Sin duda  este “mito”, como cualquier otro, porta alguna verdad. En este caso podemos inferir que esa verdad hace referencia a esas sensaciones que nos pueden generar en el cuerpo las melodías de don Amadeus. Por supuesto que esta opinión puede ser catalogada rápidamente de ser en extremo subjetiva, lo que resulta una objeción imposible de rebatir. Pero siempre podemos utilizar un argumento falaz, pero  convincente a la hora de  defender nuestra idea: ¿Acaso mucha gente se dedica a escuchar música de Mozart una hora por día como para negar que esto sea cierto?
Ahora bien, escuchar música requiere tiempo ( para otro momento quedará la discusión sobre qué es escuchar música). Y en esos momentos donde estamos sentados cómodamente en un sillón, sabiendo que no hay circunstancias o ruidos que nos interrumpan o molesten, con un whisky o una copa de vino en la mano, donde podemos olvidarnos de esas realidades cotidianas que muchas veces lo único que hacen es hacernos perder tiempo, y nos dejamos absorber por la  melodía mozartiana elegida para la ocasión, nos puede ocurrir algo que ninguna habitación herméticamente cerrada, ningún celular apagado, ningún tipo de aislamiento puede evitar: no podemos lograr que una pregunta nos deje de aparecer en nuestra cabeza y nos distraiga un instante: cómo habrá hecho Mozart para componer esto? En que momento se habrá inspirado?
La insistencia de este tipo de preguntas suelen ser los puntos de partida de un creciente interés por saber algo sobre la vida de estas personas inigualables, que admiramos íntimamente, y es así entonces como un día nos encontramos en la calle corrientes comprando algunas biografías  que aunque nunca nos terminan de dejar conformes, por lo menos logran hacernos sentir, una vez leídas, que conocemos a nuestro querido artista más íntimamente, que hasta podemos entablar con ellos una relación de amistad de la cual podremos disfrutar a lo largo de nuestra vida.
En una de estas biografías (la de Maiztegui Casas) se hace referencia al proceso de composición de Mozart, respondiendo un poco a estos interrogantes a los que hago referencia, y que por eso me gustaría compartir:

“Un famoso texto de Fredrich Rochlitz transcribe una conversación en el curso de la cual Mozart le explicó su forma de componer:
‘Cuando me encuentro en buena forma física, ya en un coche durante un viaje, ya dando un paseo después de cenar, o si no consigo dormirme, las ideas me llegan a raudales. No sé de dónde vienen ni cómo llegan, pero ahí están. Guardo entonces las que me gustan, las canto en voz baja-o al menos eso dicen- y poco a poco las voy convirtiendo, en mi cabeza, en algo coherente. La cosa avanza, yo voy desarrollando mentalmente esas ideas, veo todo cada vez con mayor claridad hasta que, en un momento, la obra queda terminada dentro de mi cabeza. Puedo abarcarla de una sola mirada, como si se tratase de un cuadro o de una estatua. No veo la obra en su discurrir, como cuando se representa o ejecuta, sino como si fuese un bloque. Y esto es un regalo de Dios. La invención, la elaboración, todo ello es para mí un sueño magnífico: pero cuando llego a percibir la totalidad de la obra en su conjunto el momento es indescriptible.
(…) Se equivocan totalmente lo que hablan de lo fácil que me resulta componer; os aseguro que no debe haber en el mundo nadie que se haya esforzado tanto como yo para poder dominar el arte de la composición. No sería fácil encontrar un compositor al que yo no haya estudiado con toda aplicación, en muchas ocasiones y de principio a fin.’”

No sé si estas palabras llevarán a alguien a escuchar a Mozart, pero por lo menos aquel que sí lo hace tendrá un motivo menos para que su pensamiento le interrumpa un momento de placer.


                                                   Lionel Klimkiewicz

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